Como se ha comentado aquí antes, el wéstern, en sus mejores momentos, utilizó el territorio de una justicia débil, aún en formación, para poner en tensión los llamados de la conciencia individual del héroe frente a las exigencias formales de la institucionalidad pública, conflicto que para el héroe solía tomar la forma de una tragedia. "Somos una familia", de Hirokazu Koreeda, ganadora de la última Palma de Oro en Cannes, pone en escena tensiones muy parecidas, entre un grupo de desclasados y los arreglos formales de una sociedad desarrollada como Japón. Así, Osamu (Lily Franky) realiza hurtos en supermercados con el pequeño Shota (Jyo Kairi) y comparten una vieja y reducida casa que quedó encerrada entre edificios con Nobuyo (Sakura Andô), que parece ser pareja de Osamu; la joven Aki (Mayu Matsuoka), que si bien no es formalmente una prostituta, se dedica al comercio sexual, y la "abuela" (Kirin Kiki), que ejerce de dueña de casa y pilar económico gracias a la pensión que recibe. Al inicio de la cinta, de regreso de una visita a un supermercado, Osamu y Shota vuelven a encontrarse con una pequeña niña (Miyu Sasaki) en la terraza de un departamento cercano, aparentemente dejada al frío por los padres, y la llevan a la casa. Cuando más tarde deciden, por compasión, que se quede con ellos, el espectador comienza a entender que está en presencia de una familia, a lo menos, inusual.
Koreeda, que escribió y dirigió esta cinta, no solo se guarda muy bien de juzgar a esta "familia", sino que avanza en mostrar el tejido de relaciones que ha crecido entre ellos, cómo se incorpora al nuevo miembro, y la forma en que ha alcanzado no poca armonía y amor entre sus integrantes, algo que se refleja, entre otras cosas, bellamente en las abundantes comidas que tienen en torno a una precaria mesa que arman en el medio de la sala principal. Esta es cualquier cosa menos la típica familia disfuncional que nos ha regalado la ficción occidental durante los últimos 50 años. Koreeda, en lugar de apremiar las situaciones bajo una ajustada trama narrativa, mantiene la atención sobre detalles cotidianos, comportamientos corrientes de los personajes que van revelando quienes son, qué hacen y cómo lo hacen. Teje así relaciones de dependencia afectiva entre estos desclasados, que así como ejercen el robo y la manipulación, también ejercen la contención y la compasión. La abuela, Osamu y Nobuyo están lejos de calificar como padres ideales, pero saben cómo cuidar, jugar y dar afecto a quienes han asumido como hijos. Si "Somos una familia" es sobre algo, no es tanto sobre si la familia puede o no elegirse, o sobre si una familia elegida no es acaso mejor que una familia recibida, como se ha dicho con cierta liviandad, sino sobre cómo ser padre, sobre cómo ejercer el cariño y la contención que exige ese papel. Koreeda filma esto de la mejor manera posible: con sencillez, clasicismo, delicadeza, sin llamar la atención sobre el tipo de encuadre, el movimiento de cámara o cualquier otro atributo que haga pensar en un director tratando de lucirse. Su inteligencia, su fineza, su ojo para hacer del paisaje urbano una expresión de interior de los personajes, la atención que coloca sobre el paso de las estaciones (y del tiempo) y la forma en que saca a flote el tejido de sentimientos que envuelve a sus retratados, cómo negarlo, lo hacen un digno heredero de la mejor tradición del cine japonés.
Somos una familia
Dirigida por Hirokazu Koreeda.
Con Lily Franky, Sakura Andô, Kirin Kiki.
Japón, 2018, 121 minutos.