Aquello del "destino manifiesto" movilizó a los gaznápiros que en la costa Este de los Estados Unidos no tenían mucho que hacer, hacia el "lejano Oeste" que se abría como un territorio inmenso. Pero no inhabitado, por cierto. Lo cual no fue un obstáculo: "quedó" deshabitado rápidamente. Los "muchachos vacas", alias "cowboys", con eso de ir arreando ganado de aquí para allá, ocuparon, como quien no quiere la cosa, espacios que equivalían a países enteros. Y que pertenecían a la corona de Castilla, por lo demás (y de ahí los nombres que todavía conservan: Nevada, Colorado, Arizona, Tejas -"Texas"-, etc.).
Sea ello como fuere, lo que interesa es lo que esos viajeros hacia la costa del Pacífico comían en sus largos viajes. ¿Y qué comían? Bueno, es cuestión de recordar lo que las películas de vaqueros nos mostraban: parte esencial del apero de los susodichos era una sartén, una tetera y un tacho. Era, en efecto, una "cuisine" algo monótona, si nos preguntan, pero en absoluto mala: lo que se hace frito -para eso la sartén- es siempre rico y casi nunca aburre. ¿Se ha fijado, Madame, en que lo frito verdaderamente no aburre nunca? Hay gente que vive de bisteques, cuyo olor es imparable -todo lo invade maravillosamente- e indisimulable (cuentan que cuando la Violeta Quevedo llegaba, según su costumbre, a hacer visitas un cuarto para la una, el olor de los bisteques, no obstante que entre el salón y la cocina había reposteros, comedores, salitas y patios, llegaba hasta el living y no había más remedio que invitarla a almorzar...).
La tetera era para hervir el agua para el café. Ahí sí que nos ponemos dubitativos: ¿Café en esas inmensidades, a miles de kilómetros de las zonas de producción y venta? ¿Qué hierbajos tostarían para hacer su bebedizo? Cierta vez, con esto de que los franceses tuestan "chicorée" para mezclarla con su café, nos dio por cosechar las matas de "diente de león" que, según nos informamos, son las apropiadas. El tostado de las mismas produjo un resultado tan horroroso que la fetidez tardó varios días en irse. Calcule, Madame, qué habrán tostado esos viajeros. Al menos, aquellas planicies eran bien ventiladas y la hediondez ha de haberse disipado pronto.
Pero la gran materia, la magnífica materia para freír que llevaban los vaqueros ha de haber sido el tocino. Es difícil imaginarse algo más rico y más levantador de ánimo que el tocino cuando anda uno perdido por el Gran Cañón del Colorado. El tocino ahumado viaja bien. ¿Y huevos? Hay suficientes nidos de avechuchos por doquier, a falta de gallinas. En aquellas películas, siempre había una escena en que el "cowboy" sopeaba la yema del huevo en la sartén del tocino...
Sándwich de tocino
Maravilloso. Para un pan de marraqueta fresca y crujiente, fría, hasta dejarlas crujientísimas, 4 pancetas. Abra el pan y rellénelo. Voilà.