Francisca García-Huidobro, una vez más, hizo suya la gala del Festival. Y esta vez lo hizo casi con total propiedad, porque el cambio de canal dejó a la exanimadora de CHV a cargo de un nuevo equipo, uno con el que todavía no existe el fiato necesario para saber guiar su instinto televisivo, su total honestidad, una que puede ir de la emotividad a la brutalidad, pasando por la genialidad.
Ella es en vivo y en directo. Lo es para emocionarse y decir que no tiene palabras cuando Leonor Varela abre el desfile de la alfombra roja con un vestido de grandes franjas negras y multicolores -la actriz vino a devolver el cariño que ha recibido tras la muerte de su hijo-. Y también lo es para bajar del escenario a abrazar a la animadora del Festival, una nerviosa María Luisa Godoy -que cierra el desfile de celebridades y debuta en estas lides-, celebrando su vestido con un franco "debo decir que se ve mucho mejor en ti que en el gancho". "Amiga, te abrazo", parecía agregar.
Solo ella, Francisca García-Huidobro, con nueve galas del Festival de Viña del Mar a su haber pudo dar un cierto ritmo al show televisivo que TVN y Canal 13 emprendieron en conjunto la noche del pasado viernes 22. Una de las transmisiones más largas. Casi cuatro horas, salpicadas de errores técnicos que afectaron incluso a marcas auspiciadoras -como un fallido brindis inicial ideado a varias cámaras- y a la autoridad comunal, ya que se retrasó la cámara grúa que debía enfocar la entrevista a la alcaldesa que este año -en que se ha visto envuelta en investigaciones por fondos fiscales- eligió no desfilar. El protocolo también falló con la presentación de los ejecutivos de los canales a cargo de la organización. La directora ejecutiva interina de TVN, Alicia Zaldívar, fue para todos los efectos "la representante de TVN" sin cargo alguno, casi como si fuera una candidata a miss, junto al director ejecutivo del otro canal, Javier Urrutia.
Apoyada por Sergio Lagos desde temprano en una activa pregala, y en la alfombra por Ignacio Gutiérrez, a quien destinaron a entrevistas poco espontáneas -más dedicadas a anunciar nuevas temporadas o contrataciones de los canales o a preguntarle a TonkaTomicic por la lucha en las reivindicaciones de los derechos de la mujer justo el año en que elige vestir un diseño de corsetería rojo y negro-, la gala avanzó a lo largo de las horas sin mayores contratiempos. Desde lo técnico, muy deslucido el aporte del diseñador Nicanor Bravo. Rubén Campos se hizo extrañar, en conocimientos, desparpajo y malicia también.
Pero más allá de los detalles, esta gala tuvo una gran diferencia respecto de las anteriores, y no es una menor: que la expectación que despierta ver a la pareja de animadores no sea equivalente a la que despertaban otros animadores -porque solo van a durar un año, porque no hay modelos de alta costura, porque no ganan sueldos millonarios, porque no son atrevidos para vestirse, porque ya nadie espera un beso entre ellos o por lo que sea- cambia la estructura dramática del show.
Esperar casi cuatro horas para un cierre como el de anoche, donde los abrazos del final más parecían los de un grupo de autoayuda que de una celebración, obliga a cambiar la dinámica del espectáculo. No en vano Francisca García-Huidobro -sí, ella nuevamente- decía pasadas la 1:30 de la madrugada: "Ya queremos ver a los animadores, ya queremos ir a comer".