Viajando por Roma con mi hijo, le aderecé la visita al Foro con la promesa de que vería infinitos gatos merodeando entre las ruinas. Los célebres felinos romanos que retozan indiferentes y fotogénicos sobre piedras milenarias y que han sido inmortalizados en calendarios de souvenir . Pero durante toda la visita, no vimos ni un solo animal en el sitio arqueológico, lo que desilusionó a mi hijo y socavó la credibilidad materna. Calculé que había estado hace unos veinte años en el lugar, fotografiando sin dificultad a centenares de felinos y no podía explicarme dónde estaban hoy todos sus descendientes.
En otro sitio arqueológico, la Torre Argentina, encontramos la explicación. La fundación I Gatti di Roma lleva décadas dedicada a proteger mininos callejeros. Me contaron que desde los años 90, ellos solos han esterilizado a más de 50.000 animalitos, lo que explica que los felinos de la Ciudad Eterna simplemente ya casi no se ven. Salvo en el refugio que han montado en aquellas ruinas, donde dan hogar a unos 150 gatos, recogidos principalmente desde la periferia y gozando hoy de envidiable salud y calidad de vida.
Se trata de una institución de beneficencia con bastante glamour , que ha contado con el apoyo de algunas celebridades y de cuanto turista gatero se cruce con esta historia. Además, no es la única de la ciudad. Igualmente, resulta notable la gran envergadura de la obra; tanto, que la hace parecer una política pública, logrando transformar radicalmente un cuadro de abandono animal generalizado que se ocultaba detrás de un patrimonio aparente. Más allá de la fotogenia felina había enfermedad, plagas, hambre y desamparo.
La misma miseria hoy abunda en los perros de la calle, que siguen haciendo nata en algunos barrios de Chile. Identificar a las mascotas, regular su tenencia y sancionar el maltrato es un "desde" en cualquier sociedad civilizada. Tampoco está mal dejarles agua, casuchas y comida; pero la verdadera obra de amor por nuestros "hermanos", como diría San Francisco, son los programas de esterilización generalizados y a largo plazo. Ojalá no se detengan sin alcanzar la meta de terminar con nuestra penosa e histórica postal del quiltro callejero, que no es ni libre ni rebelde, sino un pobre abandonado.