Eugene es una estrella de Instagram. A principios de enero y en una semana, su sencillo autorretrato reunió 19 millones de "Me gusta".
"Establezcamos un récord mundial juntos y logremos el posteo con más likes ", fue su estreno. Objetivo: destronar del "top 1" a la modelo Kylie Jenner y sus 18 millones de
likes.
Hoy la imagen de Eugene acumula casi 53 millones de pulgares en alto. Y alta también debe ser la envidia que desata en muchos niños y adolescentes que, sumidos en sus pequeñas pantallas de luz azul, se desviven por juntar una ínfima parte de esa aprobación. Porque "mientras más les gusto, más existo", parece la consigna de esos ojos que a cada segundo revisitan el gallinero por si las gallinas pusieron más huevos.
Alertan los investigadores que en esta pantalla se reflejan vidas demasiado perfectas, y eso tiene sus riesgos. Eugene lo sabe. Hace poco confesó que la presión de la fama lo estaba quebrando.
Ansiedad, problemas de sueño, depresión, trastornos alimentarios y aumento del riesgo de suicidio se asocian al uso de redes sociales, concluyen muchos estudios. Evidencia que deja hasta al más optimista con el espíritu quebrado, como Eugene.
Hace un tiempo que la ciencia escudriña en esas interfaces, virtuales y mentales, cómo conviven imágenes felices, cuerpos perfectos y vida plena con el yo que late fuera del celular. ¿Cuánta culpa tienen del aumento de las sombras en las vidas juveniles?
Dejemos Instagram y auscultemos Facebook. Su uso regular, sentenció un estudio de la U. de Missouri, puede provocar depresión si gatilla envidia en el usuario. Mi experiencia de mamá, sin ciencia de por medio, pero con montones de intuición, me confirma que es una emoción recurrente.
Los investigadores se han concentrado en entender cómo evoluciona el estado psicológico de quienes se conectan largamente a estas redes. Se interesan en la ansiedad, depresión, soledad y el tan común "miedo a perderse algo".
Si el pánico se ha apoderado de usted y está a punto de lanzar el router por la ventana, calma: estos estudios no han podido determinar si es el pasar mucho tiempo conectados lo que gatilla ansiedad o depresión, o si más bien jóvenes deprimidos o con ansiedad pasan más tiempo en las redes.
¿Cómo impactaría al ánimo dejar Facebook por un mes? Eso investigaron las universidades de Stanford y Nueva York. El resultado era predecible: los abstinentes tuvieron, en promedio, una hora de tiempo libre al día y se relacionaron más con otros cara a cara. Pero la mejoría en el ánimo fue escasa; puede que el estrés psicológico de algunos estuviera ahí antes de ser abducidos por Facebook.
Moraleja, no satanicemos las redes sociales concluyendo que hacen mal por ser lo que son. Porque el foco no son las redes, sino las personas que las usan. Como Eugene, quien reveló hace poco que su perfil está detrás de una campaña de salud mental. En un reciente video, llama a quienes se sientan quebrados como él que consulten. Y suma una lista de líneas de ayuda en el mundo.
Un último dato: Eugene es un huevo.