P asamos la vida en la tarea de lograr un balance entre nuestros instintos de vida y los instintos destructivos que están en nuestro interior, sin que los conozcamos del todo. Tomar conciencia de esto es como una cima, la punta más alta que penetra nuestra mente consciente y produce que nuestro inconsciente se ponga en guardia y trate de llegar a acuerdos con el consciente.
En las profundidades y bajo nuestras aparentes contradicciones, hay que realizar un chequeo estricto para detener los impulsos inconscientes que son destructivos. Es una guerra sorda, cansadora, pero fantástica. Porque sucede más allá de nuestra voluntad. La conciencia tiene una sola disciplina, una tecla, que dice: "has esto que es productivo; no lo hagas si es una acción destructiva para ti mismo". Es la balanza entre el egoísmo y el altruismo, entre el amor y el odio. La educación temprana en la bondad, las religiones en general, los controles familiares, han tratado de negar, despreciar o ignorar esta parte instintiva del hombre.
Las nuevas tendencias, con el argumento de que separar la agresión del amor no ayuda a la paz y a la salud mental, han reaccionado evaluando esta disociación como un hecho que debe hacerse consciente e incorporarse a la naturaleza de los seres vivos. Hoy necesitamos asumir que estamos hechos de materiales opuestos. Y que reconozcamos pronto y profundamente que el hombre necesitó la agresión para sobrevivir. Lo que hizo el tiempo fue preservar las bondades que ayudan al hombre, incluida su tendencia a la "maldad". Se hizo libre la agresión como un componente de la vida. Y la ciencia se hizo cargo de estudiarla y reconocerla. Descubrir cómo mantenerla a raya para poder vivir juntos en comunidad.
Un efecto que hoy está en discusión es terminar con la disociación y la negación para aumentar el conocimiento de nuestras necesidades emocionales. Pero sobre todo hay que combatir la culpa. Sus efectos sobre nuestro comportamiento han terminado por crear la gran enfermedad del siglo: la depresión.
Si antes el mandato era: "No pienses ni sientas eso porque es malo", hoy decimos: "Los seres humanos sentimos así y no tengas miedo de sentirlo. Aprende a dirigirlo bien, sin destrucción".