El término "gullible" (pronúnciese "gálibl") es inglés para "crédulo", tragador de ruedas de carreta. El título que Jonathan Swift eligió para
Los viajes de Gulliver alude claramente a lo "gullible" ya sea del propio Gulliver, ya sea de aquellos lectores de esa sátira que la leen con ancho "gullet", es decir, "tragadera". Hay aquí juegos de palabras para enredarse a placer.
Habrá Usía sido víctima -en estos tiempos de pasajes aéreos tan baratos es casi imposible no serlo- de aquellos que vuelven de "su último viaje a ciertos lugarcitos de la costa amalfitana, que no habían recorrido bien". Los lugares de donde vuelven son incontables, sin contar con la imaginación que suple cualquier desplazamiento real (deja el tipo de verse por un mes y reaparece con inmensas construcciones turisto-virtuales; lo cual hace recordar a aquellos santiaguinos que, en febrero, se clausuraban en sus casas, cerradas a piedra y lodo, para simular que "estaban en el campo"...).
"No te puedes imaginar el deterioro de Fiumicino" (se embucha unos pistachos), "y la informalidad de los hoteleros en todo el trayecto" (extrae otro
pisco sour de la bandeja que pasa); "el Mercedes que contratamos en Roma volaba por las autopistas a 160" ("ese jamoncito San Daniele, por favor"). Y así puede estar el pesado y más que pesado durante horas contando hiperbólicos detalles, mientras Usía busca desesperadamente la huida, con una congelada sonrisa y ojos que giran en todas direcciones buscando la oportunidad.
Nada. "Es que tienes que ir al albergo de tal, donde te dan una
prima colazione estupenda" y "también tienes que ir a la playa de Santa Eufemia, que es el lugar más perdido, impoluto y maravilloso que hayamos conocido jamás, ¿no es cierto Lucy?". Lucy, que ha oído estas inverosimilitudes mil veces, está dedicada al consumo profesional del brie y del camembert que circulan generosamente.
¿Qué comen estos viajeros? Bueno, una vez oímos a unos que volvían de El Bulli (antes de su bullada ruina) y narraban la delicia de unos como canelones que semejaban puros habanos y que olían a, precisamente, eso: "¡Habanos en playas del Caribe! ¡Todo en un bocado!"... Otros van de tumbo en tumbo, o sea, de "steak-frites" en "steak-frites"; nada de cosas raras, miren qué.
Como esos viajeros ingleses que, luego de sufrir suplicios de órdago en todos los centros mundiales de la culinaria, llegaban, ¡por fin!, a Dover, a zamparse unos platos enormes de "bangers and mash", o sea, salchichas con puré: "Food, at last, real food!".
Al cabo, si se interna uno por el viaje de Gulliver a Lilliput, se entera de que los enanos le dan a comer pura dieta inglesa: carne, pan, queso, cerveza. ¡Qué fantásticamente inglés!
Bangers and mashHágase de unas "bratwurst", salchicha alemana típica, lo más cercano entre nosotros a la cosa inglesa. No use longanizas ni chorizos. Fríalas y acompáñelas con un puré exageradamente mantequilloso.