Si bien es cierto que "Green Book" puede interpretarse como una nueva fantasía de reconciliación entre blancos y negros en un Estados Unidos que, si se juzga a partir de sus productos culturales, aún parece muy lejos de llegar a buenos términos en la materia, es también una película que resulta amable, cómica por momentos y hecha con afecto, por lo que narra y sus personajes. Lejos de calificar como una obra perdurable, sin embargo, se deja ver sin sufrir escalofríos de vergüenza ajena ni bostezos de aburrimiento. Parece poco, pero visto el estado del cine industrial, quizá no lo sea. Tanto.
La premisa es simple y su camino se prevé fácilmente desde un inicio. En una Nueva York de 1962, Tony Lip (Viggo Mortensen), un ítalo-americano con calle y rudas maneras, acepta trabajar como chofer en una gira que el virtuoso pianista Don Shirley (Mahershala Ali) llevará adelante por el sur de Estados Unidos. El problema es que Don es negro, en el sur existe aún una explícita segregación en restoranes, hoteles y servicios, y encima de eso Tony, al igual que prácticamente todos sus amigos italianos, siente profunda aversión por los "moolies", expresión que deriva de melanzana, es decir, de berenjena. La cinta está basada en una historia real, incluso coescrita -y coproducida- por Nick Vallelonga, hijo de Tony Lip (que, para más vueltas de la vida, terminaría convertido en actor secundario de Hollywood). Es justo decir, sin embargo, que parientes de Don Shirley han manifestado serios reparos con la adaptación, describiendo la película como "una sinfonía de mentiras". Posiblemente con toda razón.
No es de extrañar. El protagonista es Tony, y Don viene a ser quien entra a modificar sus percepciones y prejuicios. Don también es influenciado por Tony, como es de rigor en este tipo de ficciones, pero su cambio resulta menos creíble, en parte porque la definición misma del personaje es poco sustanciosa. No es de extrañar tampoco. "Green Book", pese a sacar su título de una guía de viaje pensada para que afroamericanos encontraran servicios amigables en el sur de Estados Unidos, es un película blanca. No solo está dirigida y coescrita por un descendiente irlandés, Peter Farrelly, sino porque al organizar su trama en torno a Tony, terminamos aprendiendo más de la comunidad ítalo-americana que sobre la afroamericana. Aunque quizá eso no sea totalmente exacto: la cinta sí refleja, mediante todo tipo de situaciones, algunas hoy muy difíciles de creer, el nivel de segregación y racismo vigente en el sur de Estados Unidos apenas cincuenta años atrás.
Hasta este momento, Peter Farrelly había codirigido largometrajes exclusivamente junto con su hermano, Bobby, entre ellos, comedias brillantes -como "Loco por Mary" (1998) o "Amor ciego" (2001)- que de una u otra manera giraban en torno a la idea de las dos caras, a través de personalidades escindidas, esquizofrénicas, falsas o con serias dificultades para ajustar percepción y realidad. En sus mejores momentos, los Farrelly hicieron películas extremadamente cómicas, que renovaron el género recobrando el delirio de Blake Edwards, ampliando los horizontes de lo narrable, haciendo finas observaciones sobre la realidad, incomodando un resto, como la buena comedia debe saber hacer. Peter Farrelly trajo su oficio a "Green book", pero poco y nada de la actitud o de las preocupaciones de su trabajo previo. La cinta se siente así fluida, rica en personajes definidos con pocos trazos, con algunas situaciones levemente cómicas y una atmósfera definitivamente cálida. Pero estas cualidades atienden a pocas ideas interesantes y a ninguna exploración novedosa. Descontando el cambio de las posiciones raciales, "Green Book" es apenas una nueva versión de "Conduciendo a miss Daisy" (1989). Peter Farrelly, que al trabajar con su hermano siempre se las arregló para generar un cine que, siendo pop, mantuvo una vena indomable, filma ahora una cinta que no molesta sensibilidad alguna y muerde poco y nada. ¿Es el caso de un cineasta domesticado por un tema "importante"? No sería la primera vez que sucede.
Green Book
Dirigida por Peter Farrelly
Con Viggo Mortensen, Mahershala Ali, Linda Cardellini.
Estados Unidos, 2018
130 minutos