Descartes hace cuatro siglos dijo: "Pienso, luego existo". Hoy parece más real afirmar: "Solo si consumo existo". Las posturas de crítica al consumo tienen razones profundas, pero a veces no consideran la vida moderna. Comprar es una actividad que puede ser aburrida cuando es obligatoria, pero en la mayoría de los casos genera una sensación de poder, de cambio. Sobre todo, si lo que se compra no es de primera necesidad sino un gusto, un regalo para uno mismo o para otros.
¿Por qué da tanto gusto adquirir lo innecesario, lo superfluo? Por un lado, ayuda a definir aspectos de la personalidad que a veces están desnutridos a fuerza de solo actuar en función del deber y no del querer. Hay quienes dicen que llenar el hogar de objetos es un antídoto ante al gran mal occidental: la soledad. Es cierto que este fenómeno de comprar ha hecho que el énfasis de la mente occidental tienda a centrarse en la materialidad de sus posesiones en desmedro de su espíritu. ¿Es justo despreciar eso o convertirlo en un defecto?
Una de las más respetables religiones del Oriente, el budismo, considera que el estado de gracia se obtiene a través del vacío -"sunyata" en sanscrito- a que llega el espíritu cuando queda totalmente solo, sin posesiones materiales, deseos o pasiones. De hecho, sus mojes viven solo de las limosnas. También en la religión católica, el misticismo solo es posible desde la desnudez de las cosas de este mundo.
¿Cómo pasó este fenómeno del consumo como necesidad de relajo, de poder, de placeres escondidos? ¿Es de verdad criticable? Desde la santidad, la superioridad moral, la pertenencia a ciertas clases, este tema tiene un valor distinto que para quienes provienen de orígenes donde tener algo reflejaba un enorme valor de esfuerzo y trabajo duro.
Es cada vez más difícil tener posturas morales o calificaciones psicológicas ante el consumo. Porque todas las culturas han tenido escapes definidos para tolerar las dificultades de la vida, y si bien el consumo exagerado es superficial, al menos no es violento.
Tal vez la lección, al menos para mí, es que las calificaciones son crecientemente difíciles mientras más conocemos la psiquis humana. Habría que cultivar la humildad de decir y decirnos que los juicios son crecientemente inútiles.