Las apuestas ganadoras del fútbol chileno en 2018 fueron breves y vanas. El entusiasmo con que los hinchas de la UC han celebrado el estilo de Quinteros en la pretemporada habla de la avidez por espectáculo y juego ofensivo. Las viudas de Beñat brillan por su ausencia. El Colo Colo que rompió una racha histórica en la Libertadores no alcanzó para defenderse a sí mismo, al técnico o al estilo, y hoy los albos apuestan derechamente a otra cosa. ¿A qué apostaremos este año?
Tendrá este campeonato cuatro técnicos en primera división que no superan los 40 años: Fernando Meneghini (30), Francisco Bozán (32), Nicolás Larcamón (34) y Juan José Ribera (38). Y apenas uno que supera los 60: Gustavo Huerta, de Cobresal.
Habrá, nuevamente, mayoría de extranjeros y, por el lado de los chilenos, la generación "revolucionaria" tendrá una nueva oportunidad, encabezada por Mario Salas y secundada por Marco Antonio Figueroa e Ivo Basay, apostando a un estilo disruptivo, frontal y agresivo, lo que siempre se agradece en un medio tan planito, siempre y cuando no se desmadren.
Lo de "Paqui" en Unión La Calera es interesante por su juventud (debe ser el técnico más joven que ha dirigido un equipo del país en el plano internacional), pero también porque viene del riñón profundo del bielsismo, de quien fue destacado espía. Se nutrió del rosarino, de Sampaoli y de Becaccece, lo que no es poco, si se considera que estuvo en tres mundiales en la banca o sobre el muro.
Si en algo estamos de acuerdo es que se deben elevar los parámetros del torneo local, atendiendo que la medida es la contienda internacional, donde la mitad de los equipos del torneo tendrá participación. Como la asomada casi siempre es breve y traumática, lo que se pretende es algo de dignidad y capacidad competitiva, lo que no es fácil si la mayoría de los planteles fueron severamente reformados y así no hay estilo que aguante.
Ansiosos de un cambio profundo, acá todo dependerá de las convicciones y de una mirada certera de la realidad. Es verdad que estamos lejos de la inversión de las grandes potencias del continente, pero es una evidencia que hemos dejado de ser competitivos contra países que no tienen ni más dinero ni infraestructura que nosotros. El conformismo y la irritante pasividad con que formamos a nuestros entrenadores en el INAF -al cual la anterior directiva ni se acercó- requieren de una revisión profunda, que inicie un proceso de transformación tan necesario como urgente.
El público se asoma con cada vez mayor frecuencia y masividad a los torneos de otras latitudes, y el crecimiento debería ser el sostén competitivo de los equipos. Esa es la apuesta de la temporada que comienza, esta semana, en la arena que más importa: la continental.