"La mula" es la película más personal que Clint Eastwood estrena desde "Gran Torino" (2008). Vuelve a tomar para sí el papel protagónico y, más importante aún, visita algunos de sus temas más queridos: el costo de una vida dispensada a las pasiones, la búsqueda de una redención o segunda oportunidad, la tensión entre lo que se siente correcto y lo que la ley determina como tal.
Basada en la historia de Leo Sharp, publicada en 2014 por el New York Times, "La mula" sigue a Earl Stone (Eastwood), un apasionado y alguna vez exitoso horticultor que, arruinado en 2012 por la llegada del despacho online , se encuentra a los noventa años económicamente quebrado y completamente distanciado de su exmujer y de su hija. Apremiado por las circunstancias, Earl acepta trasladar "encargos" entre estados para un cartel de drogas mexicano.
La película está filmada con el clasicismo habitual en Eastwood y abundantes toques de humor, al punto de acercarse más al género de acción que al drama. ¿Una cinta de acción protagonizada por un actor de 88 años? Efectivamente. Al menos desde "Los imperdonables" (1992), Eastwood viene explorando la decadencia física, estableciendo tensiones -a medio camino entre lo cómico y lo trágico- entre los impulsos del corazón y las restricciones que pone el cuerpo al avanzar edad, agregando una dimensión poco explorada en el típico héroe norteamericano. Más interesante aún, el envejecimiento suele arrastrar sombras del pasado que caen sobre la conciencia: fracasos de todo orden, recriminaciones por decisiones mal tomadas, afectos menospreciados, esqueletos en el clóset. Estas sombras se conectan con otro tema gran tema en Eastwood: la necesidad de redimirse moralmente del pasado, posibilidad que suele cobrar muy caro.
Estas dos líneas -envejecimiento y redención- están en el centro de "La mula", como no es difícil de imaginar. La primera, sin embargo, no toma su camino más obvio: la decadencia física. Earl no sufre achaques de ningún orden, no conoce los remedios y mantiene un envidiable ímpetu sexual. Puesto que se trata de Eastwood, está omisión parece un gesto muy explícito, una declaración respecto a que la edad avanzada no es un impedimento para vivir con gusto, para disfrutar o, incluso, para lanzarse a nuevas aventuras. Earl goza especialmente con la comida, la música y manejar por la carretera, participa de un club de veteranos de guerra, lleno de viejos como él, e intenta acercarse a su exmujer (Dianne Wiest), lo que da pie a algunas de las escenas más emotivas de la cinta, lo que es otro gesto en sí mismo: mostrar como dos viejos en la pantalla pueden ser tan atractivos y cautivadores como la pareja más joven y sexy (apunte al margen: no es descartable la influencia que "Amor" (2012), de Michael Haneke, puede haber tenido la concepción de esta cinta).
La segunda línea -la necesidad de redención- justifica el impulso de Earl de involucrarse en el traslado de drogas. Pero a diferencia de otros protagonistas de Eastwood, el hombre no se siente especialmente torturado por el pasado. Asume una vida vivida a su pinta y no se ve especialmente arrepentido. De hecho, continúa viviéndola casi de la misma manera, aunque trabaje para un cartel o tenga a la policía respirándole en la nuca. En ese sentido, "La mula" parece mucho más jugada a la luz del presente que a las sombras del pasado. Su desgarro interior es bastante más leve que en las cintas fundamentales de Eastwood. El amor con que viste a múltiples personajes secundarios, llenándolos de carácter y matices, no hace más que reforzar la calidez que buscó imprimirle al proyecto.
"La mula"
Dirigida por Clint Eastwood
Con Bradley Cooper, Clint
Eastwood, Dianne Wiest
Estados Unidos, 2018.
116 minutos