Chávez, Maduro y su versión del socialismo han conducido a los venezolanos al precipicio. Para evitar la prolongación del régimen es urgente una transición viable. Tiene que estar liderada por sus militares. Sin darles garantías, no se iniciará ese proceso y los venezolanos continuarán sufriendo.
El Presidente Juan Guaidó y la Asamblea Legislativa no han querido ni siquiera mencionar que a Guaidó, como Presidente, le corresponde asumir el mando de las Fuerzas Armadas. No quisieran agraviarlas pretendiendo inútilmente controlarlas.
Hasta ahora han fracasado los más variados intentos para restablecer la democracia en Venezuela. La indispensable presión interna, con multitudinarias protestas y centenares de muertos, no ha logrado su cometido. Tampoco ha sido suficiente la catástrofe económica que ha derivado en crisis humanitaria, gravísimo desabastecimiento de alimentos y medicamentos, éxodo de millones de venezolanos y la inflación más elevada registrada en el mundo.
Puede demorar la capacidad desestabilizadora del desconocimiento por la comunidad internacional de la legitimidad de Maduro. Deberían sumarse más gobiernos europeos y organismos internacionales. Lamentable resulta que altos funcionarios internacionales, como la expresidenta Bachelet, prefieran no usar las instituciones a su cargo para precipitar el fin del gobierno de Maduro. Discutibles son las repercusiones del embargo norteamericano a las ventas de petróleo venezolano. Los embargos no funcionan: está comprobado en Cuba y en Irán. Provocan unidad nacional, suman a opositores, fortalecen a los gobiernos supuestamente sancionados y castigan a inocentes: algo de las exportaciones de petróleo podría quedar para importar bienes indispensables para aliviar a la población.
Tampoco ha tenido éxito la oferta de la Asamblea Legislativa (AL) de amnistía a los militares que colaboren con el restablecimiento de la democracia. Los militares desconfían de las promesas de los civiles, del Presidente Guaidó y de la AL. Requieren de mayores seguridades, tal vez con la participación de la comunidad internacional. Esa parece ser la clave.
En poco más de una hora, Nicolás Maduro podría ser puesto, desde Caracas, en un avión, para aterrizar a salvo en La Habana. Los cubanos están forzados a recibirlo. Quedarían en Venezuela miles de generales gobernando, asediados, sin poder refugiarse en el extranjero, sin otra salida que prolongarse en el poder.
Los militares, árbitros del restablecimiento de la democracia en Venezuela, se niegan a ejercer su poder para hacer la transición. Lo harán en la medida en que tengan garantías sobre su propia seguridad. Para ellos también Maduro es una carga y no lo eligieron.
La justicia transicional para los militares, con el apoyo de la comunidad internacional, puede ser la fórmula para terminar con el drama de Venezuela. En Colombia fue decisiva para el proceso de paz.