Marcelo Espina y Mario Salas llegaron a Colo Colo en medio de una de sus peores crisis institucionales, y bien vale la pena recordarlo. Así como hubo técnicos que asumieron en la quiebra, con síndicos administrando la gestión -e igual supieron ser campeones-, ahora el escollo está en la mesa directiva, tan fracturada que la última elección está bajo investigación y los socios mayoritarios ya miran a la próxima, en abril, que se supone tan o más cruenta que la anterior.
En ese escenario, las experticias y talentos de la dupla no estuvieron en duda, pues concitaron la unanimidad del apoyo. Pero ambos sabían -o presumían- que las cosas no serían fáciles, pues la disputa de Ruiz-Tagle y Mosa no se limitaría solo a coquetear con los accionistas minoritarios y a aliviar lo más posible el balance financiero, sino que tocaría irremediablemente la planificación deportiva.
No debería ser preocupante que los resultados de la pretemporada no sean buenos, o que al equipo le cueste tanto llegar al gol. Ni siquiera que se vea disminuido físicamente, porque todo el mundo sabía que por las características del plantel, el trabajo sería fuerte. Honestamente, si los mismos jugadores que respaldaron la llegada de Salas reclaman por las cargas físicas estaríamos frente a un desconocimiento flagrante e inexcusable de las características del nuevo jefe, y, por ende, la queja sería ridícula.
Lo advertimos porque no sería un fenómeno nuevo. Ya Pablo Guede tuvo que asumir que su dinámica no era compatible con las características ni los deseos de sus jugadores, y debió bajar las intensidades y la presión en la cancha, metamorfoseándose de manera evidente y lastimera. Desde que los albos decidieron repatriar a figuras consagradas y veteranas la carencia de recambio desde sus canteras se hizo demasiado evidente, por lo que solo les queda echar mano al bolsillo para potenciar el equipo. De otra manera, el elogiado "estilo Salas", debería, por necesidad, transformarse, lo que en mi criterio sería una pérdida.
En contrataciones están atrasados y entrabados, por culpa de Juan Carlos Gaete pero también porque el presupuesto es escaso y las necesidades son muchas. Decimos el presupuesto y no los recursos, porque en las últimas semanas han entrado a las arcas dineros que, entendemos, serán destinados a paliar déficits anteriores más que a sustituir las ausencias. Si eso se materializa, los riesgos de Espina y Salas crecen, y la unánime complacencia con su llegada puede durar muy poco.
Fueron los mismos referentes los que terminaron publicitando los males de la campaña anterior, desde la estrechez del plantel hasta los problemas de relación interna. En medio de una guerra civil directiva, los responsables finales del funcionamiento del equipo deben tener claro que asumir los costos de esa disputa es injusto, y que la "fórmula" de la UC en el campeonato anterior rara vez se repetirá, sobre todo porque el éxito con contrataciones de bajo costo y promoción de los jóvenes requiere de un torneo muy mediocre y un campeón muy mezquino. Cosa que todos, de buena fe, no quisiéramos repetir.