La pedagogía de Jesús exige aprender a contemplarlo, a leer su vida, a comprender sus contextos, a descubrir la hondura de sus enseñanzas y a encarnar en lo cotidiano el Evangelio. Esto supone la humildad necesaria para aceptar que conocer a Jesús exige algo más que ser cristianos de 'gradería', que observan pero no acogen lo visto en su vida -o lo seleccionan a conveniencia-; también exige entender que fijar los ojos en Él no significa sentarse en el 'sofá' para ver una especie de programa de TV sobre una historia que parece ajena; y, menos aún, que es un ejercicio permanente de volver a Galilea -de arqueología religiosa- porque, justamente, lo que debemos hacer es lo contrario: traer a Cristo y su enseñanza al presente.
Para ello, el tener hoy los ojos clavados en el Señor no puede llevarnos a una reminiscencia del pasado, sino que debe ser una provocación para actualizar su enseñanza, para tocar el tiempo de hoy con el caudal de su misericordia. Esta actualización fiel, que adquiere plenitud desde el seno de la Iglesia, es una provocación diaria a que nosotros individualmente y la Iglesia, como Pueblo de Dios, se exijan fijar la mirada en Cristo para comprender y transformar el corazón de esta cultura, con las coordenadas de este tiempo, y haciendo frente a las nuevas realidades que se presentan y frente a las cuales nuestra propuesta o respuesta no siempre logra ser comprendida.
Este desafío de 'actualización' no siempre lo entendemos y, muchas veces, incluso queremos obligar a nuestro tiempo a 'volver' a la Galilea de Jesús. Transmitir la fe exige fidelidad al mensaje, pero también requiere mirar el presente con realismo, hacer un discernimiento permanente, tener 'astucia' evangélica y desarrollar el buen criterio. No implica renunciar a lo que creemos ni 'aguarlo' para ser atractivos, ni seccionar el Evangelio dejándonos llevar por populismos. Tener los ojos fijos en el Señor hoy significa mirar los signos de este tiempo y preguntarnos: "¿Qué haría Cristo en mi lugar?". Usando la imagen formulada por un sabio sacerdote, debemos estar "con la mano en el pulso del tiempo y el oído en el corazón de Dios".
Frente a los problemas o situaciones nuevas que el contexto histórico nos plantea debemos hacer el ejercicio de repensar fielmente, en la Iglesia, el modo con el cual podemos iluminar el tiempo con el Evangelio, dialogar con la cultura y, en algunos casos, reformular en categorías más comprensibles la enseñanza de la Iglesia para salir al encuentro de los que hoy requieren ser acogidos y liberados por Cristo.
Francisco, en la Jornada Mundial de Jóvenes que hoy concluye en Panamá, supo mostrar 'en simple' la hondura de la fe a los jóvenes de hoy.
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Todos tenían los ojos clavados en Cristo"(Lc 4, 20)