La invención de la rueda lo facilitó y lo redondeó todo, comenzando por la figura humana. ¿Recuerda Usía cómo se comía antaño en las casas chilenas sin que engordara la gente? Es que las casas eran enormes, no había ascensores sino muchas escaleras (incontables familias vivían en "casas de alto"): para ir de la cocina al comedor había que recorrer un pasillo largo, y del dormitorio a los baños, otro tanto. Y no en patines ni bicicleta ni patineta ni monopatín ni triciclo ni en rodado de ningún tipo.
Ecco le qua!
En uno de sus artículos, Genaro Prieto hablaba de "Arturo Prat, rotario", por la última de sus preocupaciones registrada antes del abordaje: "¿Ha almorzado la gente?". A Prieto la comida le traía a la memoria ese benemérito grupo, los rotarios, siempre preocupados de lo que se come, que todo lo hacen mientras ingieren alegre y fraternalmente: por algo su emblema es una rueda con dientes.
Pero la rueda, junto con estimular desplazamientos, contribuyó a modificar la dieta de los viandantes. Y se inventó la costumbre de viajar para comer. En Inglaterra, isla donde los grandes viajes tienen de medio a las velas más que a las ruedas, esto se llamó "
pic-nic" . Era mucha cosa ver cómo prendió la moda en la Corte: qué espectáculo ofrecían los estuardos en el Parque de St. James recorriendo jardines y deteniéndose en los muchos
buffets instalados para acudir al real consuelo con bocaditos y mil minucias.
Fools,
syllabubs y
sweet nothings entre líquidas y cremosas se servían a destajo a las ultra rizadas damiselas que, meneándose con toda la gracia requerida, acompañaban al siempre ultra emperifollado monarca.
Y cuando no eran los comensales los que viajaban de un lugar a otro, eran los insumos, ingredientes, o como quiera Usía llamarlos. Carlos V, verdadero poto loco que tenía que recorrer sin descanso su enorme imperio, decidió un buen día mandarlo todo a la punta del cerro y ordenó que le hicieran la cama en el Monasterio del Yuste, desde donde no se movió nunca más. "¡Sanseacabó!", dicen que dijo. Lo cual obligó a que viajaran al Yuste, a mata caballo, las cosas que le gustaba comer: ostras diariamente desde el Cantábrico; frutas frescas desde la huerta valenciana; pescados recién pescados de las Vascongadas; en fin: los caminos de España se confundían con la cantidad de viajes que se cruzaban y entrecruzaban.
Los paletos que realizaban todo este tráfico se refrescaban con lo siguiente, maldiciendo la real tarasca, que no cesó de moverse hasta que se murió a medio llenar.
Gazpacho extremeñoLicue 1 k tomates pelados con 2 pimientos rojos, 2 dientes de ajo, 3 yemas de huevo duro. Agregue agua y miga de pan remojada, para que espese un poco. Aliñe con aceite de oliva, poco vinagre y sal. Refrigere. Al servir, decore con un picadillo de 1 pepino, 1 pimiento rojo y las claras.