El aumento en el número de empresas creadas durante 2018 consolida una tendencia al alza en el emprendimiento en Chile. De acuerdo con los datos del Ministerio de Economía, el número de empresas creadas el año pasado superó en un 60% a las creadas en 2013. Aunque no todas ellas son fruto del duro trabajo de unos jóvenes en el patio de la casa, es claro que el apetito por emprender ha aumentado. Lo vemos en la dificultad de muchos jóvenes a comprometerse con trabajos formales. "Yo no estoy para emplearme a la antigua", es la frase más repetida en las universidades.
La búsqueda de independencia, lucro o impacto social es bienvenida, y refleja un ambiente de innovación atractivo. Sin embargo, poco se sabe sobre el ciclo de vida de estos emprendimientos, su probabilidad de éxito, su crecimiento y su impacto económico. Y sin buenos datos, corremos el riesgo de proponer malas políticas en nombre del emprendimiento.
Algunas pistas surgen de un trabajo reciente publicado en la prestigiosa revista American Economic Review, que analiza 35 años de emprendimientos en Estados Unidos. Cada año comienzan muchas empresas, con diferentes modelos de negocio y dirigidas por personas de diverso talento. Muchas de estas características no se pueden observar, pero sí sabemos que algunos comenzaron en períodos de auge económico mientras otros lo hicieron en momentos de bajo crecimiento. Así, conociendo su fecha de nacimiento, podemos identificar en qué medida la situación económica que enfrentó la empresa al nacer fue determinante en su éxito o fracaso.
Los emprendimientos nacidos en "vacas gordas" tienen efecto muy superior sobre el empleo que aquellos nacidos en "vacas flacas". Y esto persiste en el tiempo, reflejando una ventaja permanente de los que nacieron en la parte alta del ciclo. Pero no es que unos tuvieron más suerte que otros. La explicación es que los emprendimientos en tiempos buenos son diferentes a los de tiempos malos. ¿Qué significa esto?
La innovación es multidimensional. Hay productos o servicios de nicho, con menos potencial de demanda y donde el negocio se juega en ofrecer un producto sofisticado con altos niveles de eficiencia. Y hay productos masivos con alto potencial de consumo y menos sensibles a los costos. En períodos de alto crecimiento, es más rentable gastar recursos en conseguir demanda que en hacer más eficientes los procesos productivos, por lo que los emprendedores se dedican más a productos masivos -cuyo efecto en empleo es mayor-, y no se enfocan en productos sofisticados.
La innovación no debe ser juzgada exclusivamente por su capacidad de desarrollar tecnología de punta o hacer robots. Hay mucho valor -e impacto- también en ofrecer productos o servicios que, no siendo tan sofisticados, son apetecidos por las personas. ¿Serán las cerezas un buen ejemplo?