Reconozco que tuve que informarme sobre la jibia esta semana para poder opinar de manera informada sobre la polémica que enfrenta a los pescadores con el Gobierno.
Y admito que el estudio me abrió un mundo insospechado.
La jibia es un molusco cefalópodo, que tiene conectado el cerebro con sus músculos (igual que algunos políticos que conozco), y que pertenece a la familia de los pulpos (también conozco políticos así) y los calamares. Todos lanzan una espesa nube de tinta para defenderse, como si fuese una cortina de humo, lo que les permite huir cuando se sienten acorralados.
Pero la jibia, también conocida como sepia, es distinta.
Su característica única es que tiene tres corazones. Igual que la oposición en Chile.
Un corazón está en la extrema izquierda; otro está en la izquierda, y el último se ubica en la centroizquierda.
El de la extrema izquierda es el que tiene la mayor cantidad de toxinas; después le sigue en concentración el de la izquierda, y el ubicado más al centro es el que se encarga de bombearde de nuevo al cuerpo la sangre más limpia y oxigenada.
El corazón de izquierda extrema de la oposición quiere evitar la "pesca de arrastre" (igual que un sector de los pescadores). No acepta que ningún partido de la ex Nueva Mayoría apoye ninguno de los proyectos del Gobierno. Parece dar lo mismo que las iniciativas de La Moneda sean buenas o malas. Lo importante es no dejarse arrastrar a sus aguas.
Eso probablemente explica la pataleta del Frente Amplio esta semana, cuando la DC y el PR decidieron apoyar al Gobierno en el proyecto de migración. Amenazaron con romper el pacto que tenían con la ex Nueva Mayoría para repartirse los cargos más importantes de la Cámara de Diputados.
¿Cuál será el desenlace? ¿Logrará el Frente Amplio levantar un cerco (como en el método de "pesca con cerco") para evitar que sus socios opositores sean arrastrados por la corriente? ¿O la DC y el PR mantendrán su decisión de nadar fuera del cardumen para defender sus propios intereses y convicciones?
Ya veremos.
Por ahora, habrá que entretenerse viendo cómo lanzan cortinas de humo para salir del rincón. Como pasó con la famosa "Ley Machuca", que dieron a conocer el viernes pasado, y que consiste en impulsar una ley que obligue a todos los colegios, incluidos los particulares pagados, a destinar un 30% de su matrícula a alumnos de sectores vulnerables.
El problema no es la idea, que no es necesariamente mala. El punto es que la idea es vieja. Ya la planteó la derecha en 2014 y luego en 2017, con el mismo título, "ley Machuca", en referencia a la película del mismo nombre y que es de 2004.
Por eso la propuesta parece una nube de tinta para enturbiar la discusión de la ley de Admisión Justa que propone el Gobierno.
Es que no es agradable cuando algo a uno "se le repite" una y otra vez. Como cuando uno come un pescado que no está fresco. O peor, cuando a uno le hacen creer que está comiendo loco cuando en verdad es jibia.