Santiago a mil 2019 comenzó con tres espectáculos simultáneos: en el Teatro Municipal de Santiago, "De la Pérgola a la Negra" cumplió con el rito de iniciar el festival con un homenaje a Andrés Pérez; en el GAM, la danza de la India "Swayambhu" mostró belleza y espiritualidad, y desde frente al Museo de Arte Precolombino partió un pasacalle multicultural que llegó hasta el Museo de Bellas Artes, donde terminó con música de Haití. Tres expresiones muy diferentes que confirman la amplitud y diversidad de las propuestas escénicas del Festival.
En el GAM se presentó "Swayambhu", danza tradicional de la India, en la que la bailarina Shantala Shivalingappa, radicada en Francia, presenta cuadros de danza Kuchipudi, dedicados a las principales deidades de la India: Ganesha, dios de la sabiduría y la prudencia, Shiva, cuya sonrisa es capaz de destruir los demonios, Brahman, el espíritu universal. Belleza, espiritualidad y alegría son los elementos centrales de esa danza. La belleza está en el conjunto de movimientos, sonidos y colores, pero se concreta desde el comienzo en la figura de la bailarina, en sus brazos, en la posición de los dedos y las manos, en leves desplazamientos del cuello y la cabeza. Su cara sonriente y el movimiento de sus ojos se incorporan a la danza y expresan un estado espiritual de tranquilidad y alegría. La música es en momentos muy suave, pero en general es rápida y alegre. Excepcional es el cuadro en que los cuatro músicos realizan sorprendentes variaciones en los ritmos de la percusión. A través de esta obra percibimos mejor el papel que tiene el arte y la belleza para conducir a un estado de armonía en la relación de lo humano con las fuerzas superiores.
Grandes expectativas sobre la compañía coreana Mokwha teníamos quienes vimos "La Tempestad" el año 2016. Ahora, su versión de "Romeo y Julieta" confirmó su excepcional calidad. Conservando los elementos centrales de la tragedia creada por Shakespeare, construyen una obra en que predomina la plasticidad de sus cuadros coreográficos. Vemos desde el primer momento a Montescos y Capuletos como dos grupos de guerreros que muestran su enfrentamiento en danzas de espadas, propias del teatro asiático y de la ópera china. La armonía de los colores y la coordinación de los movimientos imponen su belleza. La fiesta por el cumpleaños de Julieta, la escena del balcón, el encuentro amoroso y las acciones del monje que intenta ayudar a los dos enamorados, están presentes en la obra, pero tienen un tono propio. El encuentro amoroso de Romeo y Julieta se hace más explícito e incorpora un gracioso enredo de ropas y de sábanas. La tragedia de la muerte de los amantes tiene igual componente de error en el tiempo del despertar de Julieta, lo que trae el suicidio de Romeo y luego también el de ella. El lamento de ambas familias por la consecuencia de esta rivalidad absurda, se amplía en esta versión a un derrumbe total. Todo se desmorona, el techo de la antigua casa señorial que veíamos al fondo, se fragmenta y cae, la música se escucha desarticulada. Es una imagen de destrucción total que resalta el absurdo de la rivalidad dentro de un mismo pueblo, tema que para Corea, con su ya larga separación del norte y el sur, ha de ser particularmente relevante.
La obra siria "While I was waiting" nos lleva a comprender con mayor intensidad la importancia del teatro. En un país devastado por la guerra, con sus ciudades destruidas, con miles de muertos y millones de personas exiliadas, este grupo logra sacar fuerzas para mostrar cómo es hoy la vida diaria de una familia en la que uno de ellos, brutalmente golpeado por la policía secreta, permanece en coma, y los demás esperan su improbable recuperación. Hay algunos efectos teatrales, sencillos y algo ingenuos, pero eso queda en un segundo plano; lo impactante es ver cómo, en medio de una guerra atroz, la gente sencilla, los no involucrados en el enfrentamiento, tienen que continuar viviendo. Hacer ver la injusticia y el absurdo lo ha asumido este grupo como un deber. La obra no se ha presentado en Siria, todos los actores viven fuera, solo el director, protegido quizá por su prestigio internacional, vive períodos allá y en Alemania.
Santiago a Mil, junto a la serie de festivales que han surgido impulsados por su éxito, nos ofrece la oportunidad de ver artes escénicas muy diversas, comprender mejor los conflictos actuales, sentir muy directa y personalmente cómo nos afectan y apreciar nuevas y distintas formas de arte.