Firmó un mediocampista uruguayo que, como todo uruguayo, alguna vez estuvo en Peñarol. El recién llegado afirma que lo suyo es la ida y vuelta, y dice además que cuando le llegó la oferta no lo dudó, porque le habían hablado muy bien del equipo de esa pujante y moderna ciudad chilena.
Firmó un compatriota que es puntero y que no anduvo el 2018, apenas el 2017 y poco el 2016, pero viene con ganas renovadas, y después de superar un pasado de lesiones, malos entendidos y escasa fortuna, desea retomar lo que decían de él al comienzo: una gran promesa.
Firmó un argentino de experiencia y trayectoria goleadora que hizo carrera por Ecuador, Turquía y Ucrania, y el hombre no promete nada, solo trabajo y entrega, y entrega más trabajo, porque así es como los goles salen solos.
Firmó un venezolano rápido como el hambre que es como flecha voladora, según cuentan los que saben que son los mismos que lo traen.
¿Será verdad tanta maravilla, cuento y poesía?
Probablemente no, pero qué importa.
Los hinchas en las semanas previas a los campeonatos se alimentan con recién llegados, firmas que vienen y presentaciones en sociedad, con la respectiva camiseta.
La conformidad nunca es absoluta y se puede moler al veterano retornado o a tantos desconocidos, para luego señalar con sabiduría que mejor pocos, pero buenos; y no muchos, pero malos.
Nunca hay contento absoluto y no se puede evitar la amargura del hincha viejo que cree haberlo visto todo, pero por encima de cualquier consideración, lo que hay es ilusión, juventud y esperanza. Menos mal.
En la imaginación caben equipos portentosos y alados que hacen historia.
En el sagrado papel, el nuevo once se ve perfecto.
En los entrenamientos, el sonido es encantador y marcial, como si esos jugadores se conocieran desde siempre.
Ahora sí que sí.
Este año le achuntaron.
¿Cómo no soñar, entonces, con el percal y las líneas, el talento y el talante del equipo del 2019?
En estas semanas no hay nada tan dulce como la ensoñación del hincha, que como niño inocente descubre gigantes, fantasías y maravillas.
Por estos meses y a estas horas, como cada año, vuela por el Paraíso y piensa en la Tierra Prometida. Lejos de la realidad polvorienta y amarga, como si el director técnico fuera hijo de Mary Poppins y el magnífico plantel convocado y contratado se parezca a la Comunidad del Anillo.
Esto es antes de entrar a la cancha y jugar, por supuesto, que es cuando se sueña.
Es una estación breve, pero inolvidable.