Aparte de compartir el mismo escenario, "Magdalena" -teatro francés de animación en Santiago a Mil- y la insuperable "Chaika" -el mejor fruto de la escena local en 2018- tienen otros nexos. Ambos espectáculos unipersonales los crearon y ejecutan mujeres titiriteras que animan personajes de ancianas para abordar la vejez, usando la misma técnica -muñecos Marote, también llamados "de medio cuerpo"-, diseñados por ellas. Julia Yevnine, responsable de la primera, se declara discípula de la rusobelga Natacha Belova y de la chilena Tita Iacobelli, coautoras de la segunda.
Los resultados, eso sí, son diversos. "Magdalena" es un divertimento mucho más simple, que sin una atmósfera específica busca agotar las posibilidades de su personaje único: una viejecita octogenaria increíblemente vital, ingeniosa y lúcida, que nunca se queja de que los tiempos pasados fueron mejores y le gusta estar al día. Locuaz, también algo pícara y de mente más abierta que la de sus propios nietos, ella lanza con ingenuo desparpajo sus opiniones francas sobre los temas más espinudos.
Esta abuelita con su simpatía a toda prueba, despierta adoración instantánea. Es una suerte de stand-up en cinco cuadros: en dos de ellos está sola en escena; en otro, dialoga con su abogado, un personaje fantasma; luego una joven amiga la asesora para entrar a Tinder en su PC (aquí Yevnine se desdobla en los dos roles), y por último, juega al póquer con un espectador que invita del público.
La teatralidad es la mínima indispensable y su mecánica interna luce pobre: la misma ejecutante hace en penumbra los cambios de tramoya entre las escenas. Pero Yevnine resuelve bien su idea y no porque su personaje que maneja al dedillo se incline al humor, deja de exponer algunas cuestiones controversiales de la vida moderna.
Anfiteatro Museo de Bellas Artes, a las 21:30 horas. Hoy, última función.