Nuevo regalo de la potente tradición teatral polaca que nos trae Santiago a Mil ("Tala", del maestro Kristian Lupa, fue el último en enero pasado), "César va a la guerra" es una 'stravaganza' -suerte de burlesque fantasioso y lleno de humor ridículo- irresistiblemente divertida, que no por la finura deleitosa y hasta elegante de su estilo deja de ser una sátira corrosiva que dispara sus mordaces dardos en varios sentidos. Con un carácter además autobiográfico, porque aquí el talentoso director Cézary Tomaszewsky (1976) vierte sus propias vivencias en el servicio militar.
Primero se lee una normativa vigente hasta hace poco con la que el Ejército de ese país clasificaba a sus miembros, desde el soldado ideal por su físico y moral, hasta los tipos a los que ciertas enfermedades y flaquezas los inhabilitaban para el cumplimiento del deber. Luego se presentan cuatro jóvenes conscriptos, todos llamados Césary Tomaszewsky, que vienen a reclamar por haber sido designados en la última categoría, la E. Frente a la Junta Calificadora -el público- buscarán probar por qué creen merecer el ascenso de rango demostrando sus buenas aptitudes. Lo hacen en la forma de una velada artístico-cultural con un fuerte componente de show gay, que se inicia con una réplica de "Preludio a la siesta de un fauno", el revolucionario ballet modernista con música de Debussy estrenado en 1894 por el bailarín y coreógrafo Vaslav Nijinski (hijo de polacos, quien se declaraba como tal), que es una explícita celebración del erotismo masculino.
Siguen alguna rutina aeróbica, juegos bufos y una serie de interpretaciones solistas o corales de canciones folclóricas o arias operáticas (de Haendel, el ruso Shostakovich y el padre de la ópera polaca Stanislaw Moniuszko, entre otros compositores), todas enalteciendo el estereotipo del hombre como caballero y valiente guerrero. A un costado, una pianista acompaña los cantos y evoluciones; en ocasiones ella también se integra a la tropa. De más está decir que los actores son comediantes notables y uno de ellos, un barítono de excelencia.
Así, la propuesta transgrede el estatus casi sagrado que Polonia atribuye al arte y a la música clásica en particular, para burlarse de la retórica oficial de militarismo nacionalista remanente de su pasado histórico (poderío monárquico, invasión nazi, dominio soviético), una moral patriótica de rasgos totalitarios que impuso una exagerada sobrevaloración de la figura masculina. Por esa vía se pone del lado de quienes son diferentes; los no agresivos ni competitivos, más débiles y frágiles, aquellos fuera de la norma que son minoría. Nunca se habla de homosexualidad, pero claramente denuncia la discriminación y ataques que recibe esa orientación en uno de los países occidentales más reaccionarios y abiertamente homófobos hoy en día, en parte debido a la fuerte influencia de la Iglesia Católica. Las alusiones a la vida rural se pueden entender, suponemos, como aguijonazos contra el Partido Campesino de ultraderecha.
En el remate el grupo entona en voz baja y pesarosa una canción que dice "Dios, soy tu criatura".
Centro GAM, a las 19:00 horas. Hoy última función.