Dicen que Nicolás Maduro empezó a hablar con un acento distinto el viernes. Hasta ese día, su tradicional sonsonete venezolano (a veces llanero, a ratos guaro) se intercalaba con la gramática y la fonética cubana: "tengo mi alma pleparada", decía a veces, refiriéndose a su revólver.
Pero a partir del viernes, hay quienes juran que lo han escuchado decir cosas como "los cuates son bien padres" o "¡qué chingada pretende el Grupo de Lima!".
Es que el viernes, en efecto, el Grupo de Lima, al que pertenecen los países más influyentes de Latinoamérica más Canadá, decidió no reconocer a Nicolás Maduro como presidente de Venezuela si decide tomar posesión del cargo el próximo jueves, ya que insisten en que las elecciones pasadas fueron ilegítimas y no tienen validez. Bueno, firmaron esa resolución todos los países, menos el México del recién asumido presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Con ese acto, AMLO pasó a convertirse en el nuevo padrino y protector de Maduro, en reemplazo del rol que con tanto entusiasmo jugaron los hermanos Fidel y Raúl Castro.
En todo caso, dado que la OEA, la Unión Europea y el G7 tampoco reconocen como válidas las últimas elecciones venezolanas, es probable que no acepten al nuevo gobierno de Maduro.
Así, el Palacio de Miraflores, hoy sede el gobierno de Venezuela, no tendrá en su interior a un Presidente a partir del 10 de enero, sino a un mero "residente". Y como el Palacio de Miraflores ya no albergará al Poder Ejecutivo, sino a un poder de facto auspiciado por el gobierno azteca, tendrá que pasar a ser meramente "La Casa de las Flores", igual que la serie mexicana que fue fenómeno en Netflix.
Salvo que... alguien... llegue... al rescate.
También es mexicano, pero no será el Chapulín Colorado quien ahora podrá defender a Maduro. Podría ser una mujer, única, grande y nuestra: Michelle Bachelet.
La movida es simple pero brillante. Desde que asumió su cargo de Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, la expresidenta chilena comenzó a recibir llamados de la oposición venezolana para que se hiciera presente en ese país y así constatara in situ las violaciones a los derechos humanos que practicaba el régimen de Maduro. Pero este fue astuto y extendió rápidamente una invitación a Bachelet para que visitara Caracas y "junto" al gobierno pudiese observar que este no solo respeta sino que promueve los derechos fundamentales de los ciudadanos.
Bachelet aceptó la invitación; así atendería el requerimiento de los disidentes sin generar un conflicto con el régimen.
El problema es que pasó el tiempo y la visita no se produjo nunca. Pero el mismo viernes en que el Grupo de Lima se reunía a resolver sobre Venezuela y Maduro, la ONU confirmó que sí ocurriría el viaje de Bachelet. Solo que, por los tiempos disponibles, tendrá que ser después del 10 de enero.
O sea, ¿qué sentido tiene que un grupo grande de países decida no reconocer a Maduro como presidente legítimo de Venezuela, si después se presentará allí la alta comisionada de la ONU, como invitada del régimen, al que legitimará con solo decirle "buenas tardes, Presidente"?
¿Se dan cuenta cómo en política hay que andar muy atentos para que a uno no lo hagan pisar el palito?