Releo el tratado de arquitectura escrito por el romano Vitruvio Polio alrededor del año 27 a.C. Es este el primer texto que conocemos en la historia de la arquitectura occidental que abarca paisajismo, diseño arquitectónico, construcción, ingeniería civil y planificación urbana. En el primer libro se encuentran conceptos que bien podrían recordarse hoy en cuanto a la educación de un arquitecto: el conocimiento de disciplinas como historia, filosofía, higiene, astronomía, dibujo, música y matemáticas. Más adelante, Vitruvio enumera los cinco principios fundamentales de la arquitectura: Orden, Euritmia (proporción), Simetría, Propiedad (lo apropiado en rango y forma al uso y al entorno natural) y Economía (la sensatez y el equilibrio con los recursos disponibles). Finalmente, "todo será construido con referencia a la durabilidad, la conveniencia y la belleza" (Firmitas, Utilitas, Venustas), ese glorioso lema vigente por 2.000 años.
A partir de la expansión colonialista en el siglo 17, ciertos estilos arquitectónicos se hicieron universales, aunque adaptándose naturalmente a los climas, materiales e idiosincrasias locales. Sin embargo, el siglo 20, con su frenético desarrollo económico, técnico y comunicacional, produjo una globalización arquitectónica que aún se identifica con una supuesta "modernidad" homogénea y apátrida. El Modernismo de los años 30 y el Estilo Internacional que siguió a la Segunda Guerra Mundial se definieron por su desconexión de una identidad nacional, indiferentes a su emplazamiento, historia, técnicas y materiales locales, clima. El estilo se convirtió en una disquisición estética más que un problema de integridad del diseño, elevando al arquitecto al rango de artista autónomo, responsable solo ante sí mismo. Con la ventaja de replicar diseños, formas, detalles constructivos e imágenes de progreso convencional, por décadas se construyeron -y se siguen construyendo- idénticos edificios en todo el planeta: los mismos prismas de muro-cortina en el trópico y en el ártico; los mismos volúmenes con techo plano y sin alero en el desierto y en la selva.
¿Qué es la arquitectura sustentable? Ni más ni menos que la arquitectura bien hecha; el sentido común encarnado en una buena práctica constructiva. La tradición vernácula, desarrollada gracias a la observación y el ensayo de generaciones de constructores, es intrínsecamente sustentable, y de ella la modernidad debe extraer valiosas lecciones. Sustentable es la arquitectura pensada como un servicio, para goce y comodidad del usuario, eficiente en todo sentido, particularmente económica de operar y mantener (la "durabilidad" vitruviana) y pensada como una inversión a largo plazo, aunque el esfuerzo inicial deba ser mayor que el mero mínimo. Hoy la vanguardia explora esto: la satisfacción que surge de lo apropiado, de lo responsable, de la economía inteligente y jamás mezquina; de la milenaria dialéctica entre obra, clima, cultura y lugar.