Esto ya ocurre, pero aumentará y será cada día peor y más terrible.
Cada uno de sus pasos y movimientos los vigila el Pequeño Hermano, insaciable con la alimentación y más con los mensajes.
Lo de Gran Hermano, esa imagen enorme, monstruosa y vigilante, explotó hace tiempo, y lo hizo en cientos de miles de fragmentos, cada vez más gráciles, livianos y finos.
En vez del maná, esto es lo que llovió.
Cada pedazo viaja con usted y lo hace en el bolsillo, la cartera o dentro de la mano.
Ya se analiza y reflexiona sobre qué prevalecerá, pero la respuesta se intuye y cae de tierna: el fragmento, desde luego, en ningún caso usted.
Entonces, viaja por un solitario lago del sur y abre la carpa que acaba de comprar, la instala y al otro día, al despertar, el Pequeño Hermano se enciende con la consulta de la empresa Carpas Nueva Generación Limitada, y que por favor escriba algo y enjuicie la noche estrellada, el producto recién adquirido o lo que sea.
Sale de un negocito llamado Doña Ester, que se levantó en el garaje de una casa y en un sector con decenas de casas similares, porque pasó a comprar algo que no había y a los instantes el celular le pide una opinión sobre Doña Ester y ahora es por el bien de los demás. En una línea y escasos caracteres, algo fácil y algo como usted, porque en eso se está convirtiendo.
Las farmacias, bancos, supermercados y cines conocen sus trayectos y escondites, y los están mirando.
Después de ocupar un motel durante la tarde de un día de semana y a la hora de retirarse, se avispa el Pequeño Hermano y le solicita un juicio sobre el Motel L'Amour, y se espanta, como es lógico. Es lo único que puede hacer.
Las grandes tiendas,
los mall y restaurantes en cadena o sin ella.
Es un libro abierto y el Pequeño Hermano pasa las páginas para que conozcan sus preferencias, opciones y derroteros. No hay dónde esconderse.
En el Valle de Elqui, y desde el emporio La Papaya con Jugo, le consultan su parecer.
En la Isla de Pascua, después del baño en la playa Anakena y del tenderete Rapa Nui Sour, le solicitan una impresión.
En Punta Arenas y desde el puesto El Salmón que Ríe, le piden que diga algo.
Viaja en avión y claro que preguntan, y desde la línea de buses, después de cruzar un
ferry y ahora son los taxis asociados.
Conocen su itinerario, preferencias y gustos; y ya vendrán por sus emociones, sentimientos y pensamientos.
Algún día saldrá de un servicio religioso y de la Iglesia respectiva y moderna harán la consulta: ¿Qué tal la misa y la prédica, se aburrió o no, la haría más corta?
El Pequeño Hermano no se llena con nada y lo puede apagar, por supuesto, porque sigue siendo una persona libre, pero claro, quizá en ese momento le entra el único mensaje que le importa. No hay que arriesgarse. Lo puede hacer, pero usted sabrá. No lo tome como amenaza. ¿Tiene familia? Usted sabrá.
Ya no habrá último suspiro, sino última llamada de su Pequeño Hermano, y la consulta será breve y simple: ¿Cómo fue su vida? ¿Buena o mala? Su respuesta le ayudará a la humanidad. Gracias por responder.
Me gustaría darle un consejo, si me lo permite: no responda.