La primera atracción foránea del XXVI Santiago a Mil, "Timeloss", es el primer montaje de Irán que se da aquí, aunque de un conjunto iraní asentado en París, y el debut hispanoamericano de una obra con un lustro de elogiado periplo por festivales de Europa y EE.UU. Escrita y dirigida por Amir Reza Koohestani, reconocido talento de la escena de ese país, fue creada como una secuela de otra pieza suya, "Bailar sobre copas", su Opus 3 hecho en Teherán en 2001 y en tour por cuatro años, contando el apasionado romance veinteañero de un coreógrafo y su bailarina.
Como el notable filme "Una separación" (2011) del laureado realizador Asghar Farhadi, esta propuesta -cuyo título se puede traducir como "Pérdida de tiempo"- trata sobre el reencuentro de una pareja rota, pero con un toque más íntimo y autobiográfico. Once años después de haber terminado, ellos se vuelven a reunir en un estudio de grabación porque Koohestani les pidió 'doblar' el registro en DVD de ese logro cuya sonorización se dañó.
Cada cual está sentado en una mesa aparte con un micrófono y su libreto, mientras al fondo en dos pequeñas pantallas se proyectan fragmentos de la pieza original. A menudo discuten sin nunca mirarse, pero se insinúa que lo que queda no son solo cenizas. También se da a entender que en el período esta no es la primera vez que se topan: quizás antes intentaron volver. En ocasiones no sabemos si lo que escuchamos es el doblaje, coincidente con el video a sus espaldas, o un nuevo y amargo altercado. A ratos se oye en off la voz del autor dando indicaciones, un personaje con dos representaciones a la vista, su versión escénica, más añoso que los 30 y tantos que se supone tiene, y la virtual, joven y fogoso.
El texto suena algo literario (Koohestani se inició como narrador) y la puesta, más que minimalista, resulta estática. Pero asombra la riqueza de lo que logra insinuar con tan sobrios recursos y en solo 60 minutos. Revela una relación que no termina nunca de romperse, en una cultura machista que no mira bien a quienes no tienen pareja, y en la que la mujer debe acatar el mandato del hombre. Da señales de que hoy esa sociedad con su férreo aparato censor es mucho más represiva que hace una década. Retrata unos seres inhábiles para procesar su realidad, que hablan y hablan incapaces de pasar de la palabra a la acción; lo que tiene un sentido interpersonal y también político.
Aparte de su dimensión concreta, sus alusiones al mito de Orfeo y Eurídice, su idea de que el futuro es previsible y evitable, hablada además en una lengua (la persa) cuya musicalidad está cargada de historia, dejan flotando en el aire la vaga sensación del carácter inexorable y a la vez circular del tiempo; de que la existencia en general y algunas relaciones en particular adoptan un cierto estado delicuescente, que sin energía se disuelven en sí mismas. Todo lo cual hace de ella una obra para atesorar en la memoria.
Teatro UC. Hoy a las 20:00 horas.