¿Es Chile un país machista? ¿Es difícil para las mujeres chilenas triunfar en sus profesiones si estas son dominadas por hombres? ¿Por qué hay tan pocas mujeres en las gerencias generales de las grandes empresas? ¿Por qué hay tan pocas mujeres en las directivas de instituciones gremiales, como el Colegio de Abogados?
Hace dos semanas viajé a Chile con un grupo de alumnos y alumnas de posgrado de UCLA. Todas esas fueron preguntas que me hicieron en Los Angeles, antes de tomar el avión para Santiago.
El viaje es parte de un curso llamado "Inmersión Global".Tiene como objetivo conocer la realidad económica, política y productiva de un país. Durante seis días nos reunimos con exmiembros del gabinete, senadores, expertos en cultura, artistas, emprendedores, altos ejecutivos, pensionados, obreros, cientistas políticos, exportadores, y gente común y corriente. Recorrimos Santiago en transporte público, viajamos a Llayllay, Casablanca y Valparaíso; también visitamos el "Museo de la Memoria".
Los estudiantes quedaron maravillados.
Entendieron por qué se habla de un "milagro económico", y por qué se dice que Chile es la estrella más brillante del firmamento sudamericano. También entendieron los desafíos que enfrentamos, ahora que perdimos el liderazgo económico de la región; el país con mayor ingreso per cápita ya no es Chile, es Panamá.
Lo que más les impresionó a mis estudiantes -la vasta mayoría ciudadanos estadounidenses- fue lo que escucharon de varias mujeres que les dieron charlas y les hicieron presentaciones. Estas mujeres les hablaron de sus trabajos, de sus profesiones, y de sus vidas.
Lo primero que les impresionó fue el talento y el altísimo grado de formación de estas profesionales. Todas graduadas de las mejores universidades de la región y del mundo, todas con experiencias internacionales, todas con un control absoluto de sus áreas, todas con conocimientos técnicos de punta y del más alto nivel.
Cuando les pregunté a los estudiantes por qué se sorprendían, me respondieron que la tasa de participación de las mujeres en el mercado laboral en Chile es una de las más bajas de la región. Esto, prosiguieron, les había hecho pensar (erróneamente) que se encontrarían con personas desanimadas y un tanto cabizbajas.
Mis estudiantes se conmovieron con las historias personales de estas mujeres que hablaron de las dificultades que enfrentaron para avanzar profesionalmente en un país donde se presupone que las mujeres van a seguir un cierto patrón de comportamiento; en un país donde es "raro" que una mujer quiera trabajar en cuestiones técnicas o en disciplinas duras. En Chile, nos dijeron, una mujer debe luchar el doble para ser nombrada decana de una gran universidad o para hacerse oír en el Congreso.
Todas nuestras charlistas -ninguna de las cuales es una feminista militante- hablaron de la enorme dificultad para tener una familia y ser una profesional dedicada. Las barreras, nos dijeron, no son el resultado de una conspiración malévola de parte de los hombres. Es algo mucho más sutil, y por tanto más difícil de superar. Las barreras son la consecuencia del ordenamiento institucional y de la cultura nacional.
Algunos ejemplos: en Chile la jornada de trabajo para ejecutivos y profesionales suele alargarse hasta las 7 de la tarde, a veces hasta las 8. Esto es enormemente difícil para mujeres que quieren llegar a sus casas a ver a sus hijos e hijas. Otro ejemplo tiene que ver con la cantidad de reuniones de apoderados en los colegios que se agendan en las mañanas, cuando ellas están trabajando. Otro más: la frecuencia con que en las reuniones de directorio o de ejecutivos las mujeres son interrumpidas por sus colegas hombres. En grupos pequeños de conversación algunas de nuestras invitadas también reconocieron que en algún momento de sus vidas habían sido víctimas de acoso laboral.
Mis estudiantes reconocieron, en el acto, que estas barreras no eran algo exclusivamente chileno. Son cuestiones que suceden, en mayor o menor grado, en todas partes del mundo.
Mis alumnas quisieron saber qué se podía hacer para superar el problema. Las respuestas de nuestras charlistas fueron variadas, pero casi todas enfatizaron el tema cultural. La necesidad de enseñarles a los niños y niñas, desde el principio, la importancia de la igualdad de género; la necesidad de entender que esta igualdad va más allá de las cuotas o de equiparar el número de horas dedicadas a cuidar a los hijos e hijas. La necesidad de entender que el tiempo de las mujeres es distinto al tiempo de los hombres. La capacidad de reconocer que en la igualdad de oportunidades hay un enorme potencial de crecimiento personal, social y económico.