Seguro que desalentado por el flojo promedio histórico, el espectador esporádico del teatro local ni se percató. Pero la temporada 2018 nos deja la cosecha más extraordinaria de que tengamos memoria -sin exagerar- en décadas. La norma es que llegada la hora del recuento a fin de año, el crítico se esfuerce por hallar, con suerte y a veces desestimando no pocas fallas, cuatro o cinco títulos satisfactorios en el período. Por largo tiempo, además, Santiago a Mil nos ha acostumbrado a que sus atracciones internacionales eclipsen la producción local.
Al contrario, hoy no nos cuesta nada hacer una nómina con una docena o más de montajes de excepción. Propuestas de peso y envergadura artística, con planteamientos novedosos, sólidos y bien ejecutados, que podrían no solo interesar, sino hasta entusiasmar a públicos foráneos en cualquier plaza del mundo. Capaces de conmover, estimular intelectualmente, brindar belleza y poesía, y ser vistos con placer. Todos, además, muy diferentes unos de otros, dando cuenta del amplio abanico de diversidad que caracteriza al arte escénico de nuestro tiempo.
A saber, en primera fila, "Chaika" , "Idomeneo", "Paisajes para no colorear", "Los arrepentidos" , "Mi hijo solo camina un poco más lento" , "Arpeggione" , "Democracia" y "Franco" . Ninguna mejor que la otra, sino distintas; aunque si nos apuran, preferimos por gusto personal la maravillosa "Chaika" , tal vez entre lo más notable en numerosas temporadas. Les siguen a breve distancia "Molly Sweeney" , "Paradero desconocido" , "Cuestión de principios" , "El golpe" , " Todos eran mis hijos" , "Réplica" , para la platea juvenil inteligente, y "Pescador" , en el campo del teatro familiar. No le van en zaga como divertimentos "La iguana de Alessandra" , "La puerta de al lado" y "Las chicas del zapping " , dentro del género varieté .
Ocurrió sin que en apariencia nada lo explique. Porque todo sigue igual: cero política estatal como plataforma y escuálido aporte de la empresa privada para un arte efímero que se hace a pulso, mientras los actores de trayectoria y oficio siguen absorbidos por la máquina televisiva que los apartó de su vocación primera. Lo que confirma, otra vez, que el teatro tiene mucho de milagro y misterio gozoso.
Importa hacer notar que la mayoría de estos proyectos -digamos el 70%- provino de artistas no adscritos al mundo de la tele. Eso quiere decir, probablemente, que hay toda una franja de apasionados talentos creativos e interpretativos que de a poco y con porfía fue probando sus dotes en escena, y que ya maduró en sus capacidades; para felicidad de quienes se cansaron de esperar que el buen teatro viniera de los rostros de la pantalla chica.
Como suele suceder, este año tuvo varios trabajos femeninos de gran nivel, pero a nuestro juicio, ninguno supera la virtuosa ejecución de Tita Iacobelli en "Chaika", obra de muñecos para adultos en que ella además fue directora y dramaturga. Entre los actores, en tanto, brilló Nicolás Pavez por su descollante performance en el unipersonal "El golpe".
Hay que agregar que en 2018 bajaron las importaciones en cantidad y calidad. Tras Santiago a Mil, que mostró solo dos títulos excepcionales ( "Tala" y los dos Bergman vertidos por Ivo van Hove), en el lapso los productores para no correr riesgos trajeron desde Buenos Aires varios éxitos comerciales, de esos que verlos o no da lo mismo.
Pedro Labra Herrera