El fútbol es un gigantesco programa de televisión y el tren programático son partidos en cadena desde distintos países: cinco al día, diez o quince o la cantidad que sea.
Para eso, cada país se sostiene con dos torneos locales, otro par internacional y así se alimenta a la televisión que es glotona e insaciable.
Hay que jugar. En el país, afuera o en una galaxia lejana, sin quejas ni excusa.
Por favor, erradiquen frases, como que es inhumano jugar tanto, nos destruyó la programación y nos demolió lo del jueves, domingo, miércoles y domingo.
Es cosa de encender Netflix y ver la oferta inabordable de series y películas. Se consumen de una semana para la otra, y el hambre no se quita, porque la televisión si algo da, es hambre. Hambre de ver más. Más series, más películas y más todo.
Más fútbol, desde luego, y eso hay que producirlo y por eso hay que jugar, porque los partidos antiguos no sirven de nada. Es viejo el que se jugó ayer y no pasó al olvido, pero nadie lo vería de nuevo.
El Anuario del Fútbol de la ANFP para el 2017 estableció que el mayor aporte para la asociación fueron los derechos de TV. Y ahora, con la venta del CDF y el bono para los clubes, están en un momento millonario. La mayoría pondrá la plata donde ya sabemos: ampliar complejos deportivos, mejorar infraestructura y apoyo al fútbol joven.
Es el rezo clásico, pero una cosa es lo que el dirigente reza y otra es lo que hace. Así es con todo. Y no solo los dirigentes.
Lo inevitable es jugar más, y que bueno si mejor, pero lo fundamental es la producción de partidos, porque la televisión es un invento que devora y engulle sin pausa.
Hay que programar a las 10 de la noche. El negocio no cuaja si la parrilla no se extiende a horarios de primera, con el fin de estirar la fecha y cubrir desde viernes a lunes.
Es una vergüenza para las instituciones y los ciudadanos, que en un país llamado Chile sea peligroso, inconveniente y riesgoso jugar de noche.
Al fútbol le pertenece el día y también la noche.
Tampoco se puede sobrevivir con la transmisión de solo un partido de Primera B, que tantas veces no fue el más atractivo, sino uno cocinado en la previa y por un equilibrio nada deportivo. Los jueves podrían ser ocupados por el torneo de ascenso, y si alguien dice que no va nadie ese día y a esa hora, es porque desconoce la realidad: el fútbol está en la TV. Y además con el VAR, que es más TV todavía.
Por supuesto que hay que ir al estadio, cómo no, y decir lo habitual: no hay como ver el fútbol en su sitio original, a distancia humana y qué maravilla. Y después, en el futuro inmediato y en la tele, se repite los goles y lo que vio apenas o a lo mejor no vio en la cancha.
Es inevitable.
Es el sueño cumplido del partido infinito.