Estamos cerrando el año 2018 con un cuadro político preocupante. El Gobierno desde hace 5 semanas, en la única encuesta pública de carácter mensual que existe, aparece reprobado por la mayoría ciudadana. La confianza entre las personas, y entre estas y las más diversas instituciones, está en un nivel crítico. En la última encuesta CEP, el 56% no se consideró parte de ninguna orientación política. Para qué seguir, todos sabemos de lo que estamos hablando.
La fuerza política en el Gobierno, la derecha, se ve tensionada por el aparente ascenso de la ultraderecha encabezada por José Antonio Kast, llevando incluso a una situación que no se producía en los últimos 25 años en RN, cual es que un discurso pinochetista sea aclamado por sus integrantes en el último consejo nacional. En esa línea, el triunfo del "bolsonarismo" en la UDI, aunque estrecho, marca tendencia. Finalmente, no es menor que ya exista un diputado de la UDI que abandona sus filas e inicie su militancia en Acción Republicana, movimiento que encabeza José Antonio Kast.
En la oposición tenemos varios problemas, pero el principal es la falta de unidad y de propósitos comunes -en materia política y legislativa-. Han existido dos esfuerzos por agrupar a parte de la oposición. Uno es Convergencia Progresista, que pretende coordinar la acción política y parlamentaria de los tres partidos que la integran: Radical, Socialista y Partido por la Democracia. Asimismo, en las últimas semanas, otros tres partidos se han agrupado, aún sin nombre, en otro esfuerzo de coordinación política y parlamentaria: El Partido Comunista, el Progresista y la Fuerza Regionalista Verde Social. Ambas propuestas constituyen un avance, pero es insuficiente. Por su parte, la Democracia Cristiana vive un proceso de posicionamiento en el espectro político cruzado por diversas tensiones entre sus integrantes. Lo mismo ocurre en el Frente Amplio, donde en lo grueso se debate el "camino propio" y, por otra parte, la disposición a coordinarse política y electoralmente con los otros grupos mencionados. El año 2019 para la oposición es decisivo con miras a construir la unidad política, programática y electoral para derrotar a la derecha en octubre de 2020 en las elecciones municipales y regionales, antesala de la elección presidencial y parlamentaria de noviembre de 2021. Si la oposición no logra la unidad mencionada en sus tres dimensiones, será derrotada en la elección local y regional y, a partir de ese resultado, se hace prácticamente inviable el triunfo al año siguiente en la presidencial y parlamentaria. Dicho en forma directa, si no existe unidad, la derecha estará en La Moneda otros cuatro años. La responsabilidad es nuestra, de cada dirigente de los ocho movimientos o partidos que integramos la oposición, y se deberán asumir las consecuencias de este fracaso, es decir: no lograr la unidad.
No estaría de más recordarle a la dirigencia de la oposición cómo la historia de Chile nos enseña que solo la unidad permite el triunfo de las fuerzas progresistas, y que cada vez que esta no se ha producido ha permitido el triunfo de las fuerzas conservadoras. Ejemplos hay muchos. Solo por citar algunos: en 1920 solo la unidad de radicales, demócratas y parte de los liberales permitió el triunfo de Alessandri sobre Barros Borgoño; solo la unidad entre radicales, socialistas, comunistas y la mayoría de los falangistas permitió el triunfo de Pedro Aguirre Cerda sobre Gustavo Ros Santa María. Solo la unidad entre radicales, socialistas, comunistas y falangistas permitió el triunfo de Juan Antonio Ríos sobre Carlos Ibáñez del Campo.
La dispersión de las fuerzas progresistas, radicales, parte de los socialistas, comunistas y falangistas permitió el triunfo de Carlos Ibáñez en 1952. La falta de unidad entre socialistas, comunistas, radicales y democratacristianos permitió el triunfo de Jorge Alessandri en 1958.
Posdictadura cívico-militar de derecha, la unidad de democratacristianos, comunistas, socialistas, radicales y humanistas permitió el triunfo de Patricio Aylwin, así como el triunfo de Eduardo Frei Ruiz-Tagle en los años 1989 y 1993, respectivamente. Solo la unidad de la centroizquierda y el apoyo comunista en segunda vuelta permitió el triunfo de Lagos el año 2000 y de Bachelet 1 en 2005.
La dispersión entre Frei Ruiz-Tagle, Marco Enríquez-Ominami y Jorge Arrate permitió el triunfo de Sebastián Piñera el 2009. Solo la unidad de la centroizquierda y la izquierda el 2013 permitió el triunfo de Bachelet 2.
Sugiero para este verano la lectura obligada de la historia de Chile contemporánea por todos los dirigentes de oposición.