¡Navidad! -gritó el niño al ver que la vecina de enfrente colocaba el último adorno del árbol, mientras caía la tarde-. ¡Navidad! -siguió gritando mientras entraba a su casa-. Y se lo gritó a la hermana mayor, a la madre, al padre, a la abuela que miraba fijamente el suelo, como si no estuviera ahí. ¿Navidad? -preguntó su hermana y volvió a sumergirse en la pantalla, con una mueca de extrañeza que luego se trocó en impasibilidad y silencio.
La madre le dijo al niño "¿Navi-qué? ¿Es el último juego que te regaló papá?". Y el niño se paralizó y dejó de gritar la palabra que le había sido susurrada desde alguna parte, no sabía de adónde. La mujer a la que había visto colocar la estrella arriba del árbol ¿era tal vez solo un personaje del juego que los vecinos de enfrente habían adquirido hace poco y adentro del cual vivían desde hace años? Su padre prefería, en cambio, ese otro juego en el cual la familia desaparece de a poco dentro de su propia casa... y nadie los busca.
El niño sintió por primera vez una extraña sensación a la altura del pecho. Nunca había puesto su mano ahí y percibió que algo le saltaba adentro... ¿Cómo se llamaba eso? Hace tiempo que a las "emociones" se las llamaba "disrupciones ilusorias del sistema límbico". Y se habían implementado métodos para neutralizarlas.
¿Era "Navidad", esa palabra, la que se le había metido adentro del pecho, como una alienígena? ¿Dónde la había escuchado por primera vez, en una grabación, o en el aire? El niño se detuvo en el umbral de la sala y se sintió por primera vez "solo". Miró alrededor: ellos estaban bien, cada uno "entretenido": papá, mamá, hermana... solo la abuela estaba "fuera" de los juegos de la casa domótica. Ella había quedado "fuera" hace muchos años.
El niño se acercó a ella y le dijo al oído: "abuela, ¡Navidad...!, ¿qué es eso?". Entonces ella subió la mirada, volvió el rostro y el niño vio una gota de agua bajar por su mejilla... ¿Qué era esa gota lenta que caía de su ojo? "Está muy enferma", pensó. Se sentó junto a ella... tuvo el pálpito de que ella sabía. La abuela lo miró a los ojos. Él no sabía sostener la mirada más de dos segundos... salvo cuando miraba el rostro de "Mirror", la impecable superficie sin relieves ni imperfecciones con que se entretenía, dormía, despertaba. Los ojos de su abuela, en cambio, eran tan azules, tan líquidos, sentía que podía ahogarse en ellos.
"Es peligroso" -pensó-, "tal vez deba llamar a María", la neurocientista asignada a su barrio para contener desbordes de la amígdala cerebral. Pero la curiosidad por saber qué era "Navidad" fue más fuerte. La abuela le habló pausadamente, escogiendo cada palabra con mucho cuidado... Contó una historia muy antigua, de un niño, de tres reyes, de una estrella, del tiempo en que se reunían en familia en torno a una mesa y cantaban viejas canciones... Y los regalos... todo comenzó con los regalos. Ellos comenzaron a ser protagonistas, a ser el centro del rito.... "Nos hechizaron a todos, con su nueva y poderosa magia que ocupó el lugar de la antigua magia y sin darnos cuenta la Navidad se nos fue de las manos" -dijo-, "y nosotros fuimos regalados a los regalos. Y entonces...". No tuvo tiempo de terminar la última frase: alguien la levantó bruscamente, en vilo, y se la llevó como un bulto, afuera. Era María, con sus mejillas límpidas donde nunca había resbalado una lágrima. Le dijo: "tranquilo, Jesús, no pasó nada, la vamos a normalizar ahora, vuelve a tu pieza de Juegos. Hoy es un día muy especial..., ¿recuerdas? Hoy se lanza la última versión de 'Desaparición de una Familia', Mirror te va a contar, reconéctate a ella..., no te lo puedes perder".
Jesús ya no sintió angustia... Mirror lo guiaba otra vez al éxtasis ininterrumpido de ese océano de imágenes proyectadas sobre su mente en blanco. Trató de recordar una palabra que lo había visitado hace un rato. ¿Pero cuál era esa palabra extraña y tan lejana que había olvidado para siempre?