Las personas son distintas, y esa es una verdad fundamental que tenemos que tener en cuenta en todas nuestras relaciones. Existe la tendencia a sufrir las diferencias en vez de darles la bienvenida.
Queremos ser comprendidos. Es un anhelo del ser humano. Nos equivocamos cuando creemos o queremos que solo experiencias similares nos permiten comunicar, comprender, trabar amistad o amor. Y luego viene la tentación o la acción de corregir al otro, para cambiarlo.
Afortunadamente, este proyecto de cambiar al otro es imposible. Esculpir a otro para que sea un "otro yo" es un proyecto que parte fracasado, porque los otros no cambian de forma porque nosotros lo necesitemos o lo impongamos.
La creencia de que las personas deben parecerse lo más posible es una tendencia del siglo XX. Aparentemente, se pensó que la democracia occidental al afirmar que todos somos iguales, confundió un poco al mundo. ¡Iguales ante la ley no nos hace iguales! Y el resultado puede ser que el otro cambie, pero es la cicatriz de una herida y no es una transformación.
La verdad es que las personas son distintas de manera fundamental, aunque tengamos los mismos instintos. La historia de la psicología ha intentado definir prototipos, pero eso no es lo mismo que intentar igualarnos. Kretschmer, por ejemplo, afirmó en 1920 que el comportamiento anormal estaba determinado por el temperamento: hiperestésicos, anestésicos, melancólicos e hipomaníacos. Así, algunos son desde el nacimiento demasiado sensibles, otros demasiado insensibles, otros demasiado serios y otros muy excitables. Según estas teorías, de acuerdo a su temperamento, las personas buscan metas equivocadas para sí mismos: religiosos, teóricos, económicos y artísticos, según si son coléricos, flemáticos, melancólicos o sanguíneos. Después, el psicoanálisis definió el comportamiento como resultado de motivaciones inconscientes o de experiencias pasadas.
El mundo moderno ha puesto el énfasis en la libertad, afirmando que somos responsables de quienes somos y de que las diferencias no definen patología necesariamente. Eso nos ha llevado a la búsqueda de conocernos a nosotros mismos, como condición de conocer y comprender al otro. Esto, si lo tomamos en serio, puede ser un cambio radical en la forma de relacionarnos en sociedad y entre nosotros, apreciando las diferencias.