En la península de Yucatán hay ríos que corren bajo el agua. Para vivir la experiencia de verlos hay que bucear en lo profundo, ya casi sin luz. En este volumen de cuentos de Bernardita Bravo hay también un río sumergido, una corriente que solo se percibe si el lector acepta el pacto propuesto por la autora y se sumerge más allá del límite que impone el sol. En esa penumbra creciente, en esa oscuridad que se instala y crea una zona en donde los colores se confunden y las líneas se tornan erráticas y zigzagueantes, se inscriben los cuentos de
Estampida, debut literario de una escritora que tiene algo que decir, y que saludablemente se ha tomado su tiempo antes de publicar. Se puede abordar también este libro desde otra línea que recorre los cuentos, la presencia de animales, pero ese asunto es más circunstancial. Hay un designio ahí, está claro, y funciona como contrapunto o como presencia; no son los protagonistas, pero están allí y soportan muy bien su parte de la estructura de los relatos. Hay otra línea recurrente, las madres, las mamás, en un punto bastante más conflictivo y complicado que el que les asigna el cliché. Son madres que se van. Pero el mejor abordaje es ese río subacuático, ese movimiento de agua debajo del agua, un temblor que se desliza en lo profundo y que aflora cuando choca con otras corrientes. Así es la estructura de los cuentos de
Estampida: hay una deriva que parece fluir por un lecho conocido y que de repente se quiebra en mil pedazos.
Hay muchos imaginarios a los que recurrir para inscribir estos cuentos. El ejercicio es útil para valorar mejor lo que hace Bernardita Bravo. Toda la extrañeza y el desacomodo que pueden producir estos cuentos en el lector se fundan en historias cuyo cierre es abierto, o es desconcertante. Las madres que renuncian a su papel, el abuso, los chantajes emocionales, la precariedad, los oficios denigrantes, las relaciones de pareja en las que, a fin de cuentas, el que está al lado es un desconocido, son algunos de los temas que tocan o rozan los cuentos. Algunos son tópicos, otros no, pero todos se articulan desde un estilo muy trabajado, que navega entre el registro culto y el habla popular y que denota, sobre todo, una voz propia, que se desmarca de los modos de narrar tan frecuentes en Chile en las nuevas generaciones. Por eso, aunque sea una lectura desasosegante, es un libro que refresca el panorama por la potencia de su mirada y la calidad de su escritura.
Bernardita Bravo Pelizzola
Cuneta, Santiago, 2018.
82 páginas.