No hay nada como la libertad de expresión, ¿no cierto? Por ejemplo, y a mi sano juicio: los murales callejeros chilenos son espantosos. La excepción confirma lo general: horrores incalificables que desde luego no son arte. Charquicanes visuales sin medida ni equilibrio ni armonía alguna, donde el impulso autoral, seguramente, proviene del ocio, la vulgaridad y no descartemos el copete.
El puerto de Valparaíso ya fue castigado y ultrajado en su vejez y patrimonio, por una horda mural barata y sucia que encarna el declive urbano y estético de una ciudad.
Con permiso. Ahora afirmo que deberíamos devolver el monitor "Huáscar" a los peruanos. ¿Cuál es el significado de un botín de guerra en tiempos de paz? Ninguno. La Armada de Chile se vestiría con las galas de la caballerosidad, grandeza y valentía. Una ceremonia y un programa sagrados, transmitidos en vivo por televisión. Y de manera simultánea para Chile, Perú y el mundo. Ligado a lo anterior, otra pregunta: ¿El Museo Británico nos devolverá el moái? Jamás. ¿Dónde estará mejor cuidado? ¿Allá o acá? Allá. ¿Y el "Huáscar"? Allá también.
¿Feriados? En Chile son demasiados. Partamos eliminando al menos uno: el Día de San Pedro y San Pablo que nunca ha sido gran cosa en comparación a otros feriados religiosos.
Me fui en auto de Praga hacia Cracovia y crucé Eslovaquia rumbo a Budapest y Bratislava, Austria y de nuevo Praga. ¿Costo en peajes? Cinco lucas. Breve e intenso recorrido por Escocia, ¿gasto en pórticos y autopistas? Una luca. Las carreteras concesionadas son la pobreza de Chile. Cuando escuche el sonido agudo del cobro piense lo siguiente: nos metieron el pito en el ojo.
La jubilación es mentira. En la sociedad neoliberal achilenada no jubila nadie y que sea a los 60 o 70 años, es un dato insignificante. La jubilación a lo más es un pituto y el jubilado debe seguir trabajando. Se puede engañar con lo siguiente: si no hago nada me aburro y me hago viejo antes. Usted ya está viejo, así que despreocúpese, además es muy difícil que se aburra, porque los viejos y viejas se entretienen con poco, y les basta mirar las ramas de un arbolito, seguir el vuelo de una mariposa o sintonizar un matinal.
Esta es la pregunta: ¿Algún día dejaré de trabajar y podré descansar? Esta es la respuesta: por supuesto, eso se llama descanso eterno. Existe un
ranking prohibido y silenciado que debo revelar. Es un imperativo moral, como se dice. El tema es la belleza humana y entre 187 países, en el género femenino, figuramos en el puesto 167, mientras la posición masculina es apenas distinta: 153. El
ranking se realiza desde hace décadas y los resultados están a la vista y lo puede comprobar en su entorno laboral y familiar. Uno se acostumbra, pero lo cortés no quita la cara de palangana, las caderas con humus, los perfiles chuecos y el porte pachacho. En pocas palabras: somos un país feo con gente fea por dentro y por fuera. Con permiso.