Hay quienes sienten, muchos a veces -no en tiempos de depresión, sino de normalidad- que su vida es un fracaso. Que ellos como personas son un fracaso. Sumando y restando, el balance es visto como tan negativo que es como una quiebra definitiva de la empresa que fue construir su vida, sus sueños, sus relaciones, sus proyectos.
Cuenta Tolstoi, escritor del libro que es orgullo de la literatura universal "La Guerra y la Paz", que varias veces debió ocultar una cuerda que estaba sobre el armario para contrarrestar sus deseos vehementes de ahorcarse, tal era la convicción de su fracaso como escritor, como hombre, como todo. Concedamos que los artistas pueden ser más sensibles y dramáticos que las personas comunes y corrientes, pero la mayoría de los adultos inteligentes y reflexivos han sentido alguna vez la sensación de haber perdido la vida en pequeñeces que nunca sumaron, que su existencia fue un fracaso, para días después estar mirando la experiencia con nuevos ojos, porque ya andan por nuevos caminos.
Le tenemos miedo a ese sentimiento de fracaso. Porque es como dejar caer las manos y sentir que la obra querida o deseada no fue posible. Hay también otra lectura.
Si nos atrevemos a tener sueños, si los emprendemos y nos va mal, es que somos inteligentes, creativos, soñadores, pura humanidad. El miedo, que paraliza a tantos de emprender por si el resultado es el fracaso, puede llevar a un acto de cobardía que les impida vivir experiencias nuevas. Estamos hechos para aprender de los fracasos. Así aprenden los seres humanos desde muy chicos. El niño que oyó diez veces a su mamá decir: "No se acerque a la plancha porque se va a quemar", lo hace igual y se quema. Y ahí recién sabe que quemarse es doloroso y cuesta mucho sanarse y que el cuidado con el calor es necesario y bueno.
Dicen que la forma más cruel del fracaso es el abandono. Y es tal vez así. Pero de nuevo, si miramos en perspectiva, los fracasos del abandono son la mejor lección para cuidar las relaciones más queridas.
El sentido de la aventura, de la conquista de nuevos mundos, es un motor potente para vivir. El miedo a fracasar está presente, pero no inmoviliza. Hay que entrenarse en perderle el miedo al fracaso y darle a la palabra una connotación positiva. Es una condición del aprendizaje.