Andrés Scotti, el ex zaguero de la selección uruguaya, repasaba su carrera en la cadena Fox en el programa "La Última Palabra". "Un gran futbolista, sin confianza, seguro que es un mal jugador; un mal futbolista, con confianza, puede ser un buen jugador", afirmaba el oriental al referirse a las malas rachas que vivió con la "Celeste".
La sentencia del ex zaguero de Huachipato y Colo Colo sirve para ilustrar el devenir de la selección nacional luego de la derrota 3-2 ante Costa Rica. El grueso de los estandartes del plantel no disfruta en sus clubes. Muchos alternan, otros son suplentes, algunos bajaron el nivel de la competencia en que militan y otros, enfrentados al desafío de asentarse en la Roja, muestran que no dan la talla o necesitan el empujón de los líderes.
Ahí radica el vericueto que enmaraña a Reinaldo Rueda en este segundo semestre, donde se aprecia un declive ostensible en el rendimiento individual y colectivo. Chile necesita siempre que Alexis Sánchez y Arturo Vidal desequilibren. Al menos que uno guíe el barco y, si es posible, aporte la cuota goleadora que la alta exigencia requiere. Cuando eso no sucedió, perdimos con Paraguay y Bolivia, quedándonos fuera de Rusia. Sin las mismas luces a nivel de clubes, Charles Aránguiz es el tercer nombre que sostiene la estructura. Con un desgarro, manejó el 0-0 parcial ante Brasil en la fecha definitiva de las eliminatorias. Cuando salió, vino la debacle en Sao Paulo.
Ante Costa Rica, a pesar de su opaca actuación, Sánchez fue el jugador más relevante. Tuvo la apertura, que desbarató el cruce de Calvo, inventó un penal y anotó el segundo gol. Por eso es determinante que recobre su lucidez, el gusto por el juego y transmita la seguridad que el plantel clama en la cancha.
Con este panorama, sorprende que Rueda, un tipo ducho, caiga en la dinámica de enfrentar al periodismo y los medios. En este lado del mostrador tenemos variadas falencias, mucha opinión con el diario del lunes, pero no somos el enemigo. El entrenador y su entorno, desde su óptica, pueden discriminar, sacar a la pizarra e incluso contrastar intelectualmente a sus interlocutores. Un camino errado y estéril. La prensa tiene la palabra final, pero además interpreta. A eso agregamos que en la actualidad se lee el titular, pero rara vez la nota, sumándose la irrupción del "periodivismo". En este escenario, lleva todas las de perder.
Mañana, cuando el equipo vuelva a la cancha, necesita con urgencia mejorar el tono. Un alza de las figuras, pero también una revisión del entrenador a su sistema y a los nombres. Si Rueda aspira a salir con la pelota a ras de piso, es difícil conseguirlo con sus elegidos. Hasta ahora, la maniobra inicial es predecible y carece de sorpresa.
En la revisión de las distintas etapas de este grupo desde 2007, la sensación es que ellos tienen un estilo y una manera entender el juego. Diría que hasta desconfían de otros sistemas, más allá de la voluntad y el profesionalismo que nunca escaseó en el campo. Si un atributo distinguió los éxitos de esta década fue la preeminencia de la técnica y el protagonismo. Cuando se buscaron atajos o matices, nos fue mal o se abortó el proyecto.