Lo único que se me ocurre para tratar de explicarme por qué Gabriel Boric decidió visitar en secreto al condenado exfrentista prófugo Palma Salamanca es que se dejó llevar por su instinto de macho alfa.
Porque bastaba meterle un poco de cabeza al tema para entender que era un error; sobre todo, si su decisión iba a ser esconder la reunión.
La acción de Boric es exactamente lo que uno denominaría "tentar al demonio", en que uno corre el riesgo de hacer algo prohibido apostando a tener una ganancia futura o a satisfacer un deseo inmediato irrefrenable.
Posiblemente, Boric pensó que el encuentro con Palma Salamanca lo haría acreedor de una especie de "voucher" que mantendría guardado hasta que llegase el momento correcto de cobrarlo, para quedar instalado como el líder indiscutido de la izquierda dura.
"Soy el más rudo, el más valiente, el más bravo, el más peludo, el más astuto... el líder de la manada", podría esgrimir. Si en un extremo Jacqueline van Rysselberghe le había ganado el quién vive a todos para ser la primera en visitar a Bolsonaro, en la otra punta sería Boric el primero en estrechar la mano de Palma Salamanca.
Boric podría decir que actuó con la inteligencia de un hombre y la fiereza de un lobo. Era un verdadero "hombre-lobo en París". Igual que esa canción noventera que se convirtió en una de las más importantes de la historia del
rock en español.
Porque, ¿qué simboliza Palma Salamanca? ¿Qué tanta importancia tiene ir a verlo?
El exfrentista es uno de los símbolos de la lucha que se dio al interior de la izquierda chilena en los 80. Una parte de ese sector decidió que la vía armada era el camino y la otra parte optó por la vía pacífica, por el plebiscito y la transición.
Los primeros eran los duros, los de verdad, los hombrones, que se fueron a entrenar para constituir una verdadera fuerza militar. Los segundos fueron vistos por los primeros como unos blandengues, unos debiluchos, unos pusilánimes.
En un video que circuló esta semana en internet, Boric aparece lanzando una arenga a familiares y amigos del exfrentista. Ahí se compromete a defender "el legado" del FPMR Autónomo, entidad que decidió continuar con la lucha armada incluso en democracia, asesinando a Jaime Guzmán y secuestrando a Cristián Edwards, entre otras acciones. Al final del registro, justo antes de llevarse una ovación, Boric dice lo siguiente: "Los que creen que la dictadura se acabó solo con un lápiz y un papel, le están vendiendo una gran mentira a Chile".
Esa frase explica todo: la existencia del Frente Amplio, el odio de ese sector a la Concertación, el desprecio por la transición, por Aylwin, por Lagos...
Está bien, se entiende. Pero Boric no calculó los riesgos de tentar al demonio y bailar con él.
No imaginó que Palma Salamanca, que es rudo de verdad, filtraría a la prensa su reunión secreta. Porque el exfrentista es el único que gana con que eso se sepa ahora.
O sea, Boric no era ni tan zorro ni tan lobo después de todo.
Es que quizás Boric no sabía que la canción española que recién recordábamos no se llamaba "Hombre-Lobo en París", sino "Lobo-Hombre en París", y se basa en un cuento de Boris Vian, que habla de un lobo vegetariano, ingenuo y sensible, que por meterse a curiosear lo terminan convirtiendo en hombre, y al final tiene que escapar aullando.
Moraleja, no hay que tentar al demonio, a menos que uno sea igual de diablo.