Termina el año litúrgico y las lecturas de estas últimas semanas nos hacen considerar el fin del mundo y el regreso de Jesucristo: "Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y gloria; enviará a los ángeles y reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo" (Marcos 13, 26-27).
Saber cómo va a ser su segunda venida puede resultar lejano o distante de nuestra realidad cotidiana, incluso para quienes llevan una vida cristiana. En cambio, preguntarnos para qué Jesús viene por segunda vez, es "un gran motivo de consolación y de confianza" (Francisco, 11-12-2013).
Cuando volvía del colegio a mi casa, era habitual preguntar: "¿Está la mamá?" ¡Cuántas veces me habrá recordado!: "¿Usted no saluda?" Su presencia me ayudaba a tener un hilo conductor con las tareas, el té y los "monitos" de la TV de entonces. Cuando llegaba y ella no estaba surgía la tentación de cambiar la rutina, adelantar los "monitos", asaltar el refrigerador, pero..., gracias a Dios, ella volvía.
Cuando se quiere a una persona que se va, lo que se busca y anhela es que vuelva.
¿Qué sentido tenía ver los monitos de la TV o desvalijar el refrigerador y no volver a ver más a la mamá? Cuando llegaba, como es natural, me saludaría y me preguntaría por las tareas, si había tomado té u ordenado mis cosas. Ahora me doy cuenta que saber que volvería a la casa le daba sentido a mi vida y me ayudaba a tomar buenas y mejores decisiones.
Porque como dice San Agustín, "¿qué clase de amor a Cristo es el de aquel que teme su venida? ¿No nos da vergüenza, hermanos? Lo amamos y, sin embargo, tememos su venida" (Ps. 95,14.15).
Para los discípulos de Jesús, la perspectiva del Juicio en su segunda venida ha influido sobre todo "en su vida diaria, como criterio para ordenar la vida presente, como llamada a su conciencia y, al mismo tiempo, como esperanza en la justicia de Dios (Spesalvi, nº 41).
Para el cristiano, mirar hacia adelante ayuda a reconocer la importancia que tiene el presente en su vida: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Marcos 13,31).
Años atrás, conversando con un poblador me decía: para mí, solucionar mis problemas económicos sería muy fácil, dejo de trabajar en la construcción y comienzo a vender droga. Uno de mis vecinos ya le hizo un segundo piso a su casa, ahora tiene auto y ya no se levanta a las cinco de la mañana a trabajar. Se ríen de mí... ¿Sigo haciendo el loco?
Locura sería olvidar que nos vamos a encontrar con el Señor y que volverá para restablecerá el orden que el pecado y nosotros trastocamos: con "el reconocimiento de que la injusticia de la historia no puede ser la última palabra en absoluto, llega a ser plenamente convincente la necesidad del retorno de Cristo y de la vida nueva" (Spesalvi, nº 43).
No da lo mismo aquí en la tierra ser honrado o ladrón, vivir como si Jesús no hubiese hecho nada por mí o afirmar que aquí rige la ley del más vivo y del más fuerte. Ser fiel a la conciencia y a la enseñanza de Jesús es exigente. Tiene sentido aprender de Jesús a ser manso y humilde, porque el Señor "enviará a los ángeles y reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos" (Marcos 13,27).
Vendrá Jesús "con gran poder y gloria (Marcos 13,26), ese poder de "juzgar a los vivos y a los muertos", como rezamos en el Credo. Y tan "admirable y tan amable es en Dios la Justicia como la Misericordia: las dos son pruebas del Amor" (Camino, nº 431).
En estos tiempo de confusión, escándalos e ignorancia, el Papa Francisco nos llama a no ser indiferentes al mal y a tener paciencia: "Ante la cizaña presente en el mundo, el discípulo del Señor está llamado a imitar la paciencia de Dios, alimentar la esperanza con el apoyo de una firme confianza en la victoria final del bien, es decir de Dios" (20-7-2014).
"En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y gloria; enviará a los ángeles y reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo". (Mc. 13, 24-27)