¿Cómo se relaciona la soledad con la ausencia de preguntas? Esta época está descrita por filósofos como la época de la gran soledad. La familia, que fue el refugio por siglos de tantos y tantos, está en extinción como lugar seguro. Las distancias, los horarios, el apuro, el cansancio y la gran familia que ya no cabe en los pequeños departamentos urbanos, que sustituyeron a los campos o las grandes casas donde vivían abuelos, padres e hijos, hacen imposible una convivencia donde el tiempo y la energía alcance para todos. Y en este vértigo de ruido y apuro, también se están acabando las preguntas. Cada uno quiere un minuto para contar lo suyo, para sentir que comparte. Porque contar es darse a conocer y ser conocido por otro. Es una forma maravillosa de compañía.
Sin embargo, y a pesar de la ansiedad de encontrar el espacio para contar algo propio, también necesitamos las preguntas. Porque revelan, por un lado, que he sido escuchado, pero también revelan que hay aspectos más profundos o detalles importantes que el otro requiere para comprender cabalmente la historia, anécdota o problema que uno está expresando.
Si observamos con detención, es frecuente que ante una historia contada en un grupo, o incluso entre dos, lo que siga no sea una o dos o tres preguntas, sino: "A mí me pasó...", "Yo opino que A, B o C..., o "Pero eso es lo más normal del mundo, yo habría hecho A, B o C". Menos frecuente es que la respuesta sea: "¿Qué sentiste?" o "¿Necesitaría más detalles para darte una opinión?", y así mil preguntas que surgen cuando queremos de verdad entender.
Lo que nos pasa con las preguntas -las verdaderas, no las que quieren prolongar la conversación como "copucha"- es que nos sentimos existentes. Existo yo, pero existe otro para quien también existo yo. Y eso se llama confirmar al otro como otro, que es reconocer su existencia como válida, como verdadera, como importante. Es ahí que la soledad comienza a desaparecer. Es ahí donde se me da permiso para expresarme como sujeto, es ahí donde se abre la amistad o la relación. Las preguntas son mucho más importantes, a veces, que las respuestas. Esa es la magia de las preguntas. Ser escuchado, de verdad, es un lujo hoy.