"Son tiempos aterradores para los hombres jóvenes en Estados Unidos", dijo Donald Trump en los días en que su candidato a la Corte Suprema, Brett Kavanaugh, se defendía belicosamente de las acusaciones de abuso sexual ante el Senado. En cambio, "a las mujeres les va genial", agregó.

Parecía un exabrupto, pero no lo era. Su afirmación estaba destinada a galvanizar a sus partidarios más leales, los hombres que se sienten amenazados por la globalización, los inmigrantes y el cuestionamiento del orden patriarcal. Y lo consiguió. En las elecciones de la semana pasada los republicanos consiguieron derrotar a los demócratas 51% contra 47% entre los votantes hombres, mientras que entre las mujeres los segundos vencieron 59% contra 40%. Los hombres estadounidenses son mayoritariamente pro-Trump, y las mujeres, anti-Trump. Una diferencia de este tipo no se había visto en 20 años.

Algo parecido ocurrió en Brasil, donde Bolsonaro obtuvo 55% de la votación total, pero entre los hombres alcanzó un respaldo muy superior. Entre las mujeres, en cambio, empató con su rival.

En Francia el mayor apoyo a la ultraderecha viene asimismo de los hombres. Esto explica los buenos resultados que consiguió Marine Le Pen en 2017 en el antiguo cordón industrial del norte y en los puertos que dan al Canal de la Mancha, regiones obreras que fueran bastiones históricos de la izquierda. La mayor hostilidad hacia Le Pen proviene justamente de sus congéneres, las mujeres, y hacia ellas dirige actualmente sus esfuerzos con miras a ganar las elecciones de 2022.

Pero el caso más interesante se da en Alemania. En las últimas elecciones generales, en 2017, la ultraderecha del AfD obtuvo 13,5% de la votación. Entre los hombres, sin embargo, alcanzó 16%, contra 9% entre las mujeres, lo que coincide con que en lo que fuera la República Democrática Alemana, la votación del AfD dobló la alcanzada en el Oeste. El apoyo más firme de la ultraderecha alemana está en el "Hombre del Este" -como lo han bautizado-, ese viejo héroe de la clase trabajadora y del socialismo.

La reunificación alemana, que vino de la mano con la relocalización de la industria, significó en la ex-RDA la pérdida de tres millones de empleos. Esto afectó menos a las mujeres. Contaban con buena educación y pudieron migrar al Oeste, donde consiguieron empleo y parejas, lo cual ha dejado a estas regiones con un alarmante déficit de mujeres. Así, el "Hombre del Este" se siente una víctima del capitalismo y de la emancipación de la mujer, cuyo símbolo sería Angela Merkel. Como señalara la ministra de integración de Sajonia, "tenemos una crisis de masculinidad y esta alimenta a la extrema derecha".

Mucho se especula acerca de qué pueden hacer las corrientes liberales y socialdemócratas para contener el avance de la ultraderecha en el mundo. Probablemente nada, porque no tienen nada que ofrecer a esos malditos hombres que buscan refugio en soluciones autoritarias.

Es hora de aceptarlo: la única defensa ante la ultraderecha son las mujeres.