Se le advierte, Madame: ¡se vienen las vacaciones! Sí: con críos ociosos o, peor, con adminículos de pacotilla electrónica que les regalaron "pa' la pascua", tirados por los sofáes y ensimismados en sus pantallitas, peleando incesantemente por los cargadores para celulares, porfiando diariamente por irse a dormir a las dos de la madrugada (para levantarse luego a la una de la tarde). Hay idiotas que toleran este relajo preadolescente: "¡Total, están de vacaciones!". Con su pan se lo coman: tendrán que aguantar calcetines tirados por el living, restos grasientos de "papitas" en cada sillón, salsa de tomate -cuando no "ketchu"- en la alfombra (menudean las pizzas).
El verano pasado ensayamos la siguiente hipótesis de trabajo: como, después de todo, esa turbamulta obstinada y de veloz crecimiento pertenece a nuestra especie, alguna curiosidad -y, con suerte, habilidad- habrá de tener. Así es que le propusimos no "aprender a cocinar" (la mera mención de "aprendizaje" la hubiera hecho huir) sino, derechamente, "cocinar" algunas cosas fáciles, rápidas (no conoce lo que es paciencia) y ricas. Por cierto, nada de huevito, jamoncito, quesito derretido ni, válganos, "ketchu". No, señor. La hipótesis contemplaba la confección de algunos postres ingleses, que son para paladares recientemente destetados e -inútil ocultarlo- perfectamente deliciosos. De hecho, son adorados por infantes y senescentes, lo que estimula meditar sobre extremos que se tocan y vueltas de la vida y los ciclos de la dentición en los seres humanos. Y llevan casi siempre esencia de vainilla, que pacifica y dulcifica hasta a las bestias más feroces, "contimás" a los nietos.
Ergo, dividimos a los que de éstos estaban presentes por sexo (dicho sea con perdón; lo del género, para nosotros, es gramática, que no tiene nada que ver con la reproducción de la especie), o sea, en dos grupos. Se anunció que a cada participante se le regalaría cucurucho de cocinero (son de papel, ajustables y baratos), delantalito de cocina con nombre pintado (témpera) y cuchara de palo. Y se dio a conocer el menú: "bread and butter pudding" , postre de pan con mantequilla.
Se exigió, al entrar a la cocina, limpieza de caras, uñas y orejas y un peinado decente. Y se dio comienzo a la ejecución de lo siguiente. Fue éxito clamoroso.
Postre de pan con mantequillaEnmantequille una fuente hondita en que quepan dos rebanadas de pan de molde, sin corteza, a lo ancho y tres a lo largo. Cubra el fondo con pan bien enmantequillado. Sobre éste extienda una capa de mermelada de frutilla. Tape con más rebanadas de pan enmantequillado, más mermelada y termine con capa de pan, lado enmantequillado hacia arriba. Bañe bien todo con salsa de vainilla, espolvoree azúcar y hornee hasta dorar. Sirva apenas tibio. Salsa de vainilla: en ½ l de leche disuelva 1 cdta de harina, 50 gr (o más) de azúcar, vainilla. Bata 4 yemas, agrégueles la leche. Cueza a bañomaría revolviendo hasta espesar.