U na extraordinaria multitud se reunió hace pocos días para festejar los 90 años de edad del arquitecto Miguel Lawner. Son años bien llevados: hombre fuerte, elocuente, alegre y atento, rodeado de amigos y colaboradores. Lawner despierta admiración por sus reflexiones y por su obra diversa. Entre otros próceres de su generación, es actor y testigo de la historia reciente de un Chile donde la disciplina de la arquitectura y del urbanismo debían estar al servicio de la sociedad y, por lo tanto, definidos por ideales. Lawner ha sido una voz insistente sobre las urgencias, contingencias, conflictos urbanos, la defensa de la dignidad y la memoria, a través de sus propuestas difundidas al gremio en el Colegio de Arquitectos y durante su participación en el Consejo Nacional de Desarrollo Urbano.
Autor prolífico, Lawner publicó sus
Memorias de un arquitecto obstinado donde repasa su época de estudiante, sus maestros en la Universidad de Chile, la creación de la Revista AUCA, los años de la Cormu hasta el golpe de Estado, la prisión, las complejidades del exilio, el retorno y el desafío interminable de aportar a una mejor convivencia, encarnado hasta hoy en una práctica profesional vinculada a la protección de la memoria histórica. Ese libro da cuenta del dibujo como una herramienta de expresión, y es un antecedente para comprender otro notable,
La vida a pesar de todo , publicado por primera vez en 1976, en Dinamarca; una importante pieza documental sobre los entonces ocultos abusos del régimen. Se trata una colección de dibujos hechos desde su llegada al campo de concentración en la isla Dawson, en 1973, luego en la Academia de Guerra de la Aviación, después en el campo de concentración de Ritoque y, posteriormente, en el centro de detención Tres Álamos. Los dibujos lograron salir de Chile hacia Europa en 1975, junto con el exilio de Lawner y su familia. Fueron expuestos, valorados por su significación y más tarde publicados. Estos registros, detallados e impactantes, sirvieron para establecer verdades frente a los representantes de las FF.AA. en la "Mesa de diálogo" de 1999.
En este caso, y a diferencia de otras obras de arte (que así habremos de llamar a un libro de dibujos), la obra y el hombre son indisolubles. El sentido de urgencia que dio origen a cada trazo -de documentar, registrar, de establecer la verdad frente a la adversidad- se transforma con la perspectiva del tiempo en un testimonio capaz de nombrar los hechos de un tramo de nuestra historia, que es también la del ser humano. Es, al mismo tiempo, un testimonio artístico: el inmenso poder del intelecto entreverado con las emociones, convertido en instrumento de expresión para comunicar y convencer. Un álbum de croquis con la mano inconfundible de un arquitecto -que reproduce imágenes provienentes de la angustia-, pero que, por estar dibujadas, y por ser el dibujo un acto de amor infinito por la vida, están plenas de esperanza.