Martín Palermo se despidió ayer del plantel de Unión Española. Hubo aplausos para el exdelantero de Boca Juniors.
Su registro, a partir de los recursos que dispuso, es positivo. Peleó el Clausura 2016 y el Transición 2017 (el club transfirió a César Pinares en la recta decisiva e hipotecó la opción al título), clasificó a una Copa Sudamericana y a la Libertadores, pero este año la campaña fue irregular, aunque no mala. Los traspasos de Pablo Aránguiz y Pablo Galdames, sumado a la lesión del uruguayo Ángelo Pizzorno, complicaron una estructura que se sostenía en el orden defensivo y los balones largos para Tobías Figueroa.
Más allá de estas consideraciones, el destino de Palermo quedó sellado cuando Fernando Díaz asumió la función de director deportivo. El otrora arquero nunca disimuló sus deseos de volver a la banca del club con el que se consagró campeón en el Apertura 2005. Una publicación de Facebook, en el peor momento del "Titán", ahorró cualquier especulación.
Quiebre total. Unión mejoró antes del Mundial, Díaz fue vetado en el camarín y Palermo reconoció que no existía relación con quien en la formalidad debía ser su jefe. Anunciar que no renovaría en Santa Laura, después del empate con Colo Colo en el Monumental, apuró su salida. Jorge Segovia, el dueño del club, que maneja a control remoto la institución desde cualquier lugar del mundo, estimó que el ciclo del zurdo concluía.
El 2-2 ante Everton se utilizó de excusa, al complicarse las opciones de volver a la Copa Sudamericana. Segovia iba a despedir a Palermo, pero el argentino lo "primereó", como cuando anticipaba en el primer palo, y renunció al saber que el lunes 5 sería faenado.
Fernando Díaz se puso el buzo, contraviniendo cualquier atisbo de prudencia, pero ante todo de rigor ético. Durante meses se escuchó que "Nano" Díaz tenía todo listo para suceder a Palermo. Incluso viajó a Ecuador a reunirse con Segovia y planificar la temporada 2019. Muchos lo dijeron, pero no lo creí. Jamás pensé que el presidente del Colegio de Técnicos iba a cometer tamaña barbaridad. Era muy burdo, daría la razón a todos los rumores que indicaban que hizo la vida imposible a un colega que ocupaba la banca que él hereda.
Pero lo hizo y con torpeza. Un tuiteo, luego borrado, en la cuenta oficial del Colegio de Entrenadores, apoyándolo en su nuevo desafío profesional, adornó el absurdo. Sus compañeros de directorio (Raúl Toro y Jorge Aravena) negaron el acuerdo de publicar el mensaje en las redes sociales y sostienen la necesidad de una reunión en la organización gremial.
La decisión de Díaz cuestiona el rol de los directores deportivos que poseen el título de entrenador. Con justa razón los técnicos dudarán de las intenciones de su jefe, en especial cuando discutan presupuestos o contrataciones.
Nada de esto hubiera pasado si Segovia, nuestro Florentino Pérez criollo, quien disfruta su papel de jefe todopoderoso, hubiera pensado en Unión Española. Un club que supera el siglo, querido y querible, no merece ser manejado como un boliche de cuarto enjuague.