En una zona baldía de la reserva indígena de Pine Ridge, en cuyas grandes explanadas sin cultivos se dispersan varios ranchos, pone su foco "The Rider". Un "docuficción" sensible, entrañable, emocionante, psicológicamente intenso, pero nunca lacrimógeno, porque exuda verdad y realismo.
Exquisitamente filmado, la cámara alterna grandiosos planos generales -ya sea de luces anaranjadas del ocaso o bien azul de luna- con imágenes más íntimas y cerradas.
En esa zona vive Brady (Brady Jandreau), un joven amerindio, talentoso entrenador de caballos, que acaba de salir del hospital: en el último rodeo sufrió una fea caída que le dejó una grave lesión en la cabeza.
La indicación médica es que no puede volver a montar, que es lo que ha hecho Brady desde que tiene ocho años. Una y otra vez mira las imágenes del accidente en un video del celular. Sale hacia los corrales y ensaya el lazo: una de sus manos se agarrota. Alguien le dirá: "Amigo, debes aprender a dejarlo ir".
Se dirige a la tumba de su madre, una cruz en medio de los pastizales, y reza.
Brady vive con su padre y su hermana Lilly, una chica con un autismo leve, con quien mantiene una cálida relación.
Sus amigos lo pasan a buscar de noche para hacer una fogata y cantar por ahí: conversan de rodeos y caballos. Y de Lane, otro amigo que fuera estrella del rodeo a sus 18: un accidente peor que el de Brady lo mantiene en un centro de rehabilitación tras sufrir un severo daño cerebral.
Chloé Zhao -directora china radicada en Nueva York- conoció a quien sería su protagonista en "The Rider" la primera vez que fue a Pine Ridge. Cuando volvió a ver a Brady (que se encarna a sí mismo, pero aparece con otro apellido) este había sufrido su accidente y le propuso retratar su vida y su entorno.
La película introduce algo de ficción con el fin de construir mejor el relato y resaltar aquello que está siempre dando vuelta en esta historia: los sueños. ¿Hay veces que no pueden cumplirse, como le dice su padre apesadumbrado, o al contrario, nunca hay que abandonarlos?
Entre esa incertidumbre dolorosa -que involucra nada menos que su identidad- se debate Brady. Imposible no pensar en lo segundo cuando lo vemos entrenar un caballo -una de las secuencias más hermosas de la película- con delicadeza, instinto y cariño. Es lo suyo, lo que sabe hacer, lo que ama.
Zhao -declarada seguidora de T. Malick, Wong Kar Wai, Herzog- captura con sensibilidad ese mundo de personas sencillas, de escasa educación formal, capaces de una gran generosidad, cuyas vidas, afectos y dolores están intrincadamente vinculados con la naturaleza.
Premiada en la Quincena de Realizadores de Cannes (grandiosa dirección de fotografía de Joshua James Richards), "The Rider" es excepcional, esa clase de película que no se puede dejar pasar.
(En tienda Fílmico, Paseo Las Palmas).