Muy bienvenida ha sido la nueva presencia del sueco Mika Eichenholz al frente de la Orquesta de Cámara de Chile. El viernes brindaron un atractivo concierto en el Teatro Municipal de Ñuñoa, con obras del mexicano Manuel Ponce (1882-1948), Giacomo Puccini y Franz Schubert.
De Ponce se oyó su famoso "Concierto del Sur" para guitarra y orquesta, actuando Luis Orlandini como solista. La gestación de esta obra fue compleja: siempre presionado por su amigo Andrés Segovia, Ponce pospuso varios años la creación, aparentemente dubitativo frente al reto de lograr el siempre delicado equilibrio entre la sonoridad tenue de la guitarra y la densidad orquestal.
El desafío fue bien superado y el autor logró una textura a la vez transparente y colorística, donde el diálogo entre solista y orquesta se potencia mutuamente y la guitarra nunca se ve sofocada. Como siempre, el arte de Orlandini pareciera consistir en una virtuosa mezcla de razón e intuición: cada nota pareciera cuidadosamente tamizada por el intelecto, pero finalmente vertida con la máxima expresión emocional.
En el primer movimiento, el solista adoptó una actitud algo distante y contenida, pero la cadenza , magníficamente ejecutada, fue claro ejemplo de sus virtudes. Memorable fue el segundo movimiento, que se disuelve misteriosamente en la nada para dar paso a la fiesta sevillana del Allegro final. Ante las estruendosas y merecidas ovaciones, Orlandini tocó, fuera de programa, el "Scherzino mexicano", del mismo Ponce.
En el Intermezzo sinfónico, pieza instrumental colocada entre el segundo y el tercer acto de su ópera "Manon Lescaut" (su primera ópera realmente exitosa), Puccini despliega un dramatismo apasionado, al borde de lo lacrimógeno, pero de buena ley. En una orquestación de David Björkman, la orquesta se dejó seducir por la mano de Eichenholz, y otorgó una versión sutil e inflamada, de profunda humanidad.
A los 18 años, Schubert ya había incursionado genialmente en las profundidades de la emoción a través de sus Lieder , pero aún tenía camino que recorrer en el género sinfónico. A esa edad compuso su Sinfonía Nº 3, que no es una "gran" sinfonía, pero es una bella obra que contiene un primer movimiento de estructura clásica, plagado de humor "rossiniano"; un Allegretto ternario, de simple y puro encanto; un Menuetto , que perdió su peluca cortesana a través del tempo rápido y de los acentos "donde no se debe", y la inserción de un valsecito lento ( Ländler ) en el Trío; y una exultante tarantela final.
La Orquesta de Cámara de Chile es una muy buena orquesta. Con Eichenholz al mando, es una gran orquesta.