Por ejemplo, vienesas. Que llaman también, en Concepción y otras urbes, las "cinco minutos", el tiempo necesario para calentarlas en agua hirviendo. Un hotdog frío es cosa abominable (hablamos por experiencia propia: en cierta academia donde hacíamos clases, nos propinaban ese condumio durante el recreo; salchicha difunta en sarcófago de pan, cubierta con blanco sudario de mayonesa; todo frío como tumba). En casa, esas salchichas las comíamos calientes con ensalada fría de papas, aliñadita con aceite de oliva, limón, sal y perejil espolvoreado.
A Viena se refiere también la Wiener Schnitzel, que es casi el plato emblema de la ciudad, y que consiste simplemente en una gran escalopa, prolijamente apanada y luego frita en mantequilla. Friturita crujiente, dorada y perfectamente seca, sin rastro de la grasa en que se cocinó. Se sirve con unas torrejas de limón. Muy recomendable comerlas mientras se mira la espléndida catedral de San Esteban. O el Danubio azul.
La misma escalopa recibe, de la ciudad de Milán, otro nombre: la milanesa. Conocida y comida seguramente más en Argentina que en su supuesto lugar de origen. Milanesa, milonga: hay una cierta analogía auditiva, como que una cosa llama a la otra. Pero allende los Andes la gente no se preocupa de geografía ni de otras "payasás" y se zampa unas milanesas napolitanas que han de causar tirifilis tanto en Milán como en Nápoles. Es la gazuza moderna de queso derretido y salsa de tomates.
Pero la más famosa de estas invenciones es el berlín. ¿Comerán berlines en Berlín? Estos bollos, fritos a la perfección, eran la especialidad de la pastelería Bimbo, sita en la Alameda, a un par de cuadras de nuestro colegio, adonde, entre clases y descolgándolo por una ventana, mandábamos a Goyo Pinto de compras. Nuestra progenitora, empecinada que era, y amante de los berlines, no logró jamás crearlos con las debidas artes. Siempre le resultaban negruzcos, arrugados, chuecos y duros, incapaces, en su rigor mortis , de cerrar el orificio por donde ella les introducía un zurungo de jalea de membrillo.
En fin, en Chile tenemos el valdiviano, único plato auténticamente chileno, sin antecedentes conocidos en el Perú, inventado por los soldados acantonados en el fuerte Niebla de Valdivia ("los sordaos der batallón Vardivia revuerven er cardo con er deo"). Hételo aquí.
Valdiviano
Haga 2 l de caldo de carne, hirviendo largamente huesos carnudos, zanahorias, cebollas, perejil. Tueste al horno, machaque en el mortero y deshilache 150 gr de charqui. Corte a la pluma 3 cebollas medianas. Cueza zapallo (necesitará 1 taza). Caliente 3 cdas de manteca, rehogue ahí la cebolla con ají color, agregue el charqui, vierta encima el caldo colado, aliñe con ají picante, orégano, comino, sal. Hierva 15 min. Remoje en 1 taza de leche 100 gr de pan, agregue el zapallo, licúe todo. Espese con esto el caldo. Al servir, rocíe jugo de naranjas agrias. Hay quienes agregan al plato un huevo pochado.