Nury González vuela alto. Lo consigue, en Galería D21, merced a la profundidad conceptual que anima a la exposición entera, gracias a la unificación estrecha de sus materiales, a la total adecuación entre ellos, al rigor impecable de factura. Así, ideas y materialización de ellas alcanzan la más coherente identificación. La secuencia de trabajos ofrece, pues, una coherencia donde cada imagen se complementa con la siguiente, ampliando, enriqueciendo la idea motor. Se trata de la memoria familiar como punto de partida y su proyección hacia presente y futuro, elevados hasta el arrobo de una poética que alude a realidades substantivas: vida, cuerpo, anhelo sensorial, palabra y ser, término y aniquilamiento que desemboca nada más que en el polvo ceniciento de la destrucción. Por su parte, la condición misma de los materiales, su variedad, sus alianzas, alcanzan una renovada hermosura. Junto con adquirir vida propia, potencian sus cualidades físicas hilos, hebras, peculiares utensilios de bordar, toscas sábanas de otro siglo, paños para abrigarse, planchas de bronce, veladores y zapatos, fotografías, cenizas y, por supuesto, textos protagónicos.
Materias animal y vegetal: cera y cobre. Alegoría del tránsito desde el anhelo a la pérdida, como una interpretación posible. Es lo que ocurre con la exposición de María Angélica Echavarri, en Galería Artespacio. Cabría señalar en ella una instalación principal, donde la imagen de arrancadas hojas de libreta de apuntes se trueca, gradualmente, desde constituir tres planchas metálicas vacías y arrugadas a medias, hasta enseguida pasar a 25 placas de cera prontas a recibir un texto no escrito ya de la autora, ya del propio observador. La tercera y última estación nos trae 15 láminas en blanco de cobre oxidado, pero ahora convertidas en una especie de papel desechado y no utilizado. Con claridad lo demuestra el gran basurero volcado que expulsa, realista, su contenido sobre el suelo. Antes y aquí, el proceder de nuestra escultora recuerda el del estadounidense John Chamberlain y sus conocidos restos de automóvil ajados en extremo, como material. Un poco desgajados del trabajo protagónico se muestran, asimismo en Artespacio, un políptico mural con mucho más numerosas láminas de cera y, como hojas de apuntes que se botan, cinco arrugados metales también en dimensiones pequeñas. En una de las vitrinas hacia la calle, un alargado e impoluto rectángulo de cobre cierra el conjunto, quizá cual firma de la expositora.
En Galería Isabel Aninat coinciden Juan Castillo y Mónica Bengoa. El primero hasta logra convencer plenamente a través de dos de sus dibujos con té rememorativo y tinta china negra sobre algodón. Ambos, sobre el costado izquierdo de la sala, inician su actual presentación. Así, llama la atención en los dos cierta fresca originalidad y capacidad de sugerencias, además de la correcta composición de los relatos, respectivamente, con el llamado del ciervo de grandes cuernos -¿alusión, acaso, a Beuys?- aureolado por esqueletos humanos; con la mujer de rostro vendado junto al Cristo y la calavera. A continuación, sin embargo, en todo el resto de lo exhibido el interés decae. De esa manera, lo ambicioso del contenido conceptual solo encuentra un pobre desarrollo plástico dentro de esa reiterativa serie lineal de fisonomías parecidas y de origen migratorio. También ello alcanza al contenido de la vitrina, si bien sus cajitas de conserva rellenas con cera, portadoras de rostros, introducen un ingrediente más novedoso. De los videos con simbólicas intervenciones ígneas de la palabra, interesa más el de lenta combustión. Su lentitud adecuada obliga a detener la mirada.
La misma galería propone otra instalación, esta vez perteneciente a Mónica Bengoa. Su unidad formal, el vigor de su imagen, nos trasladan a un mundo de auténtica fortaleza visual. Inspirado en el encuentro con una comunidad de bordadoras mapuches -especie de mestizaje anímico- y en el texto de una escritora húngara contemporánea, el amplio tejido resultante se corona con una fotografía. Registra esta el acto de la artista de envolverse en él. Nada más que rojo y negro se suman, aquí y allá, a la coloración natural de la lana. El encuentro de una y otra cultura así se lleva a cabo con atrayente propiedad.
Todas las horas del díaLugar: Galería D21.
Fecha: Hasta el 15 de noviembre.
Ensayo y errorLugar: Galería Artespacio.
Fecha: Hasta el 5 de noviembre.
Huacherías/ni otro/ni naEjercicios de ceguera y de sorderaLugar: Galería Isabel Aninat.
Fecha: Hasta el 4 de noviembre.