Por supuesto que Jair Bolsonaro ha dicho muchas frases desafortunadas durante sus 30 años de carrera política. Me van a doler los dedos si las transcribo aquí para ustedes. Así que me abstengo. Ustedes ya han escuchado varias... y basta tipear su nombre en Wikipedia para que aparezcan todas.
Así lo hice yo, por morbo. Y ahí me sorprendió otro dato sobre el personaje: ha militado en nueve (sí, 9) partidos políticos desde 1989. Pasó por el Partido Progresista, por el Partido Social Cristiano, por el Partido Ecológico Nacional, por el Partido Social Liberal...
O sea, a Bolsonaro se le perdió alguna vez el norte, o el "yo"; o es un indeciso, o un emprendedor, o un inconformista, o un mañoso, o un tincado, o un buscapleitos, o un adicto a la mudanza, o un oportunista...
O ha andado buscando amigos, un millón de amigos, como su compatriota Roberto Carlos, quien curiosamente está este fin de semana en Chile y a quien la izquierda latinoamericana ha presionado para que se manifieste contra Bolsonaro.
Y Bolsonaro encontró no un millón de amigos, sino 50 millones de votos. Eso no es poco. Pero hay que saber distinguir entre "amigos" y "votos". Es difícil saber qué porción de los electores de Bolsonaro votaron "POR" él y qué porción votó "CONTRA" Lula da Silva en la elección pasada.
Por eso considero un error perder la cabeza y partir corriendo a verlo a Brasil. Como lo hicieron Jacqueline van Rysselberghe y José Antonio Kast -en ese orden- esta semana.
Está mal sobre todo si uno es una autoridad en ejercicio. Quizás no sea tan grave para Kast, porque no ejerce ningún cargo público en este momento (y porque también es un buscador, un inconformista y un mañoso).
Pero sí está pésimo para la presidenta de la UDI, que dirige uno de los partidos oficialistas y es senadora en funciones.
Porque así como fue deplorable que Bachelet hiciera campaña por Lula (error que también cometió siendo presidenta al apoyar al kirchnerista Scioli, derrotado por Macri en Argentina), también está mal que Van Rysselberghe respalde a Bolsonaro cuando aún falta que se realice la segunda vuelta electoral. Para todos los efectos, Bolsonaro es aún un candidato. Y Van Rysselberghe tampoco puede esgrimir que el presidente del Senado, Carlos Montes, respaldó al mismo Lula, porque ya dijimos que esto estuvo muy mal.
Además, ¿a qué fue la presidenta de la UDI a Brasil? ¿A tratar de que Bolsonaro le pegara el Espíritu Santo? ¿A ver si se puede hacer inmigrar a Chile sus millones de votos? Porque, ¿qué puede enseñarle Bolsonaro a la derecha chilena?
A mí me parece que las cosas son al revés. Es Bolsonaro el que mira con admiración a Chile y a sus dirigentes de derecha. Él los quiere tener de amigos. Ve en ellos un modelo a seguir en lo político y lo económico. Es él quien debería venir a aprender de formas y fondo a nuestro país.
Si Bolsonaro gana a fin de mes, como auguran las encuestas, va a querer -y poder- venir a Chile como presidente electo de Brasil. Será el mandatario de los brasileños. Y al gobernante de los hermanos brasileños no se le puede decir que no venga ni hacerle desaires.
Bolsonaro querrá venir a Chile cuando esté viviendo su luna de miel con el poder. Partir a verlo y hacerle añuñucos antes de tiempo no se ve muy bien. En mi tierra le decían a eso "tener una luna de mientras". Mantengamos la compostura, abstengámonos. Un rato que sea.