Primal Scream - "Give Out But Don't Give Up: The Original Memphis Recordings"
A poco de lanzar "Give Out But Don't Give Up" (1994), Primal Scream no quedó contento con el resultado. Venían de crear su obra más alucinante, "Screamadelica" (1991), y Bobby Gillespie y compañía, extrañamente, se decepcionaron de la grabación original que sucedía a ese álbum, por lo que echaron mano a una serie de cambios instrumentales que terminaron por convertirse en un error. Porque esas cintas, perdidas durante años, aparecieron en el sótano de su guitarrista Andrew Innes.
Gillespie volvió a escuchar ese material grabado en los Ardent Studios de Memphis y las cosas se acomodaron, como debió ocurrir hace 25 años. "Give Out But Don't Give Up: The Original Memphis Recordings" se llama la reedición que muestra el lado más orgánico de los escoceses, en una suerte de excavación hacia los orígenes del country, el rock and roll y el soul, en un constante homenaje al género y sus exponentes estrella como The Rolling Stones.
A un lado quedan esas mezclas funkys psicodélicas indecorosas que fueron añadidas en el mix final. Al contrario, destaca la participación de la Muscle Shoals Rhythm Section, una banda de estudio con sede en Alabama, a la que cada uno de esos sonidos les brotaba de sus instrumentos de manera intrínseca. "Escuchar estas canciones ahora, después de tanto tiempo, ha vuelto a poner todo en su sitio. Me siento redimido", dijo el líder de Primal Scream tras reencontrarse con la grabación, como exorcizando un demonio que no quería dejarlo en paz.
Babasónicos - "Discutible"
Las dudas son certezas para Babasónicos. Ya cantaban "atrévete a lo poco claro, atrévete a querer lo raro" en "Fans de Scorpions" -uno de los cortes de su esencial "Infame" (2003)- y, 15 años después, esa frase continúa pareciendo una declaración de principios demasiado precisa. Sobre todo al repasar "Discutible" (2018), su más reciente disco, con tantas referencias y cruces sonoros como años de circo a sus espaldas.
El conjunto trasandino cuenta con una base que, independiente de los géneros, provoca, sonroja y ataca descarada: no hay problema en unir electropop con coros proféticos ("La pregunta"), baladas románticas de ritmo funk ("Ingrediente") e, incluso, unos guiños algo burlescos al auto-tune y a la corriente trap del hip hop en una canción como "Bestia pequeña". Pero de a poco empiezan a calentar la pista rocanrolera con la aparición de las guitarras ásperas ("Cretino") y la psicodelia controlada ("Adiós en Pompeya").
Y allí, Adrián Dárgelos aparece como un poeta enamorado, apostólico, perdido en
el tiempo, que reflexiona con conceptos netamente musicales, arremetiendo contra el periodismo musical -los llamados "teóricos del rock"- y la industria actual que se apega a los números; aunque también saca ronchas a los conversos de cualquier cosa que critican a otros conversos de cualquier cosa en "Trans-algo". De un extremo a otro, Babasónicos es capaz de golpear a todos por igual.