Los problemas que encontramos en el amor y en el matrimonio son del mismo carácter que los problemas sociales. Hay las mismas dificultades y las mismas tareas, y es una equivocación peligrosa tener la idea del matrimonio como un paraíso o como algo opuesto a todo lo que pasa en la sociedad y a lo que pasó en nuestras propias familias.
Si estamos en un mundo social y en una familia donde no se nos enseña a ver, escuchar y sentir como el otro, la empatía será menos importante que la necesidad de amor y el desarrollo de cada miembro de la pareja. Esta es una descripción, no una crítica. Cada época tiene sus maneras de "apearse" a los desafíos que sus padres no pudieron predecir. Y si bien la sexualidad es un espacio nuevo donde se dirimen y se olvidan muchos conflictos y diferencias, el amor en el matrimonio es mucho más que eso. La situación marital requiere un interés genuino por el otro y una capacidad de ponerse en el lugar del otro. Eso se aprende antes del matrimonio.
No se trata de cambiar al otro. Se trata de aceptar las diferencias y, más difícil aún, de gozarlas o disfrutarlas. Por eso el "sacrificio" por el otro que fue el gran estabilizador del matrimonio en tiempos anteriores, ya no es suficiente. Porque la sociedad moderna nos entrena, explícita o implícitamente, a no sacrificarnos por el otro, sino a negociar, a adaptar. A buscar condiciones de igualdad, o al menos de equivalencia. Por eso se ha hecho tan difícil el matrimonio.
Si bien en la formación psíquica de las personas, los modelos de padre y madre son muy importantes a la hora de elegir pareja, lo son más importantes aún a la hora de mantenerlas. Y tendemos a repetir o a tratar de transformar el modelo de familia de la que venimos. Es por eso que conocer con alguna veracidad nuestra historia familiar nos da una cierta humildad ante las decepciones que la pareja nos inflige.
El que se siente inferior en su pareja quiere arrancar, el que se siente tratado injustamente también quiere arrancar. Y así en tantas ocasiones que son vividas como injustas. Es así que aparece reptando muy despacio la fantasía de la infidelidad. Porque se ha deteriorado la esperanza de compensar los abismos que vienen de la vida anterior, de la infancia, de la propia familia.
Sean cuales sean las razones sociológicas y psicológicas que expliquen la infidelidad, hoy, en occidente, es un fenómeno que aumenta vertiginosamente.