El smog causa estragos en los bronquios de nuestros nietos. Nos hemos acordado, oyéndolos toser, de aquella tierna canción: "El perro de mi tía tiene una terrible tos (ter)/ y lo curan con aceite alcanforado, guau, guau./
Glory, glory, allelujah (ter)/ y lo curan con aceite alcanforado, guau, guau".
Lo del aceite alcanforado a que se refiere este "
lied" habrá sido, seguramente, más misericordioso que el de hígado de bacalao que nos propinaban de niños para hacernos crecer esto o lo otro. Y mucho más misericordioso todavía que el tratamiento que se administraba a nuestras tías en igual e infortunada etapa de la vida: para apulmonamientos, ventosas fabricadas con moneda de a peso, cabo de vela y vaso de vidrio; para varios malestares, cataplasmas de barro caliente y hierbajos; emplastos; pócimas verduzcas de hierbas. Sobrevivieron de lo más bien, sanas y fortachas, hasta los noventa y tantos, con dieta de dos huevos al día: uno con sal, y el otro, con azúcar, en tortilla, más un plato diario de porotos (si después de éste seguían con hambre, les daban otras cosas). Además, ulpo en leche, y un "arrope", fabricado con harina tostada y miel, evidentemente no era arrope: éste es un almíbar empalagosísimo hecho con jugo de uva. Sus golosinas eran exclusivamente alfeñiques, chancaquitas con nueces, confites caseros de naranja, camotillos. Nada de "suflitos" ni de "ramitas" ni de toda esa bazofia plástica que se embuchan hoy los pobres penecos, con ojos en blanco de placer. Nuestra generación sólo añadió a la dulcería de nuestras tías los "guatones", unas calugas de chancaca, los pirulíes de azúcar y las "negritas", esas galletas bañadas en chocolate, que hoy se han industrializado y encogido simultáneamente.
Entre los mejores artilugios de las sanaciones caseras figuraba una buena comida, que se le llevaba al doliente a la cama, en torno a la cual se andaba en puntillas. Además, se entornaban los postigos, se le conseguían lecturas entretenidas y livianas, y se le ponía al alcance una gran cantidad de limonada. Para nietos con tos de perro (la causa del contagio está a la vista: lengüetazos caninos en las fosas nasales), pruebe el siguiente menú: una gallina asada, seguida de una ensalada acompañada de marraqueta fresca, tibia y crujidora, más una buena fruta para terminar. Si el enfermo es Usía, pruebe con esto algún vino blanco frutoso, y disfrutará de uno de los pocos menús perfectos que es posible alcanzar en este valle de lágrimas.
Relleno para dolientes"Una polla tomarás (...) bien pelada y limpia. Y tomar unas pocas de almendras blancas y unas pocas de pasas y un pedazuelo de canela entera y un clavo [de olor] y ponerlo todo dentro de la gallina, y coserla por que no salga el relleno y después asarla [bien enmantequillada por fuera]. Y de esta manera se ha de hacer el relleno de las aves para dolientes".